viernes, 26 de julio de 2013

Seis (3)

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Para leer la segunda parte click aquí.


Armando salió tan rápido como pudo, tomó el celular de Alfonso de la escalera y volvió a la casa. Usó cada uno de los tres seguros de la gran puerta de madera tallada para reafirmar que estarían bien encerrados dentro de la casa de sus padres.

Julia abrazó a Krystal y caminaron a paso acelerado al cuarto de la morocha, que era la habitación más lejana de las ventajas de la casa. Armando y Hermes fueron detrás de ellas. El morocho fue el último en entrar al cuarto y cerró la habitación.

Armando se dejó caer al suelo, con su espalda rozando la puerta. Hermes se quedó parado en el minúsculo espacio entre la cama y el closet. Krystal se echó a la cama con Julia, ambas con sus manos agarradas y sin poder aguantar los nervios.

Pasaron unos cuantos minutos, que se volvieron eternos en un silencio tenso.

Armando
Si esto es una broma... y espero que sea así... es muy, muy pesada.

El frenético sonido de la música electrónica, proveniente del celular de Alfonso, hizo que los cuatro amigos saltaran del susto. Armando chequeó para ver de quien se trataba. La pantalla marcaba "Rafaela".

Armando
¿Aló? ¿Rafaela? ¿Aló?

Julia, Krystal y Hermes no le quitaban la vista de encima a Armando que se mantenía sentado en el piso. Su cara expresaba la confusión total que pasaba del otro lado de la línea. De golpe se quitó el celular de Alfonso.

Armando
Oficialmente estamos jodidos: tiene a Rafaela.

Hermes
Pero... ¿Cómo? ¿Por qué?

Julia
¡Yo sabía que algo andaba mal, estos no son juegos! ¿Pero qué te dijo?

Armando
No se entendió nada. Solo sonó la risa esa que nos ha jodido la noche. Eso es todo lo que sé.

Krystal
Chama... pero no entiendo nada... es decir... era más fácil agarrarnos a toditos aquí a esperar a que Alfonso se fuera, agarrarlo, después ir por Rafaela... después volver... es todo muy confuso.

Julia
¿Y si Rafaela fue la que volvió? Recuerda que ella me dijo que volvía y con lo porfiada que es ella.

Armando
En fin, eso no lo sabemos ahora. Lo importante es mantenernos juntos de ahora en adelante, si Krystal quiere un trago, todos iremos por el trago, si Julia quiere un sadwich de pera con chorizo, todos vamos por el sandwich, si Hermes quiere ir al baño...

Hermes (interrumpiendo)
Eh... estoy seguro que el acosador no estará en el baño, así que tranquilos... puedo ir solo.

El cuarto volvió a quedar en silencio y Julia lo rompió con una sonora carcajada. Armando y Krystal se contagiaron y por último Hermes se unió a las risas. Parecía que era la cura ideal, la pelirroja respiró profundo y soltó sus manos de Julia. La morocha se dejó caer en su cama y quedó viendo fijamente el techo. Armando se levantó.

Armando
Bueno, creo que es mejor llamar a la policía. Insisto en que sea una mala broma.

Hermes
¿Y qué le dirás a la policía? ¿Que tenemos dos amigos perdidos? Sabes que no te pararán ni media pelota.

Krystal
Podemos decirles que sospechamos de un secuestro, como está la inseguridad ahora sí nos pararán.

Armando
Tu eres abogada, Krystal, ¿No conoces ningún policía de confianza?

Krystal
No, Armandito, los que conocía los movilizaron a la capital. Creo que tendremos que intentar con el número de emergencia.

Hermes
Creo que no resultará nada bien.

Julia (todavía viendo al techo)
Creo que estás muy negativo, mi flaco. Relájate. Ven. Siéntate en la cama.

Hermes hizo caso con mucha timidez y de forma lenta se sentó al lado de Julia, quien no cambió su postura. Armando se puso en pie, marcó el teléfono de emergencia y esperó a que alguien atendiera. En lo que lo hicieron empezó a dar los detalles de lo que había sucedido hasta ese momento.

Krystal tomó el control del televisor de Julia y lo encendió, empezó a cambiar canales sin observar lo que estaba pasando frente a sus ojos. Julia volteó su cara hacia la pantalla. Hermes seguía cada movimiento de Armando, escuchaba cada palabra que otorgaba a la operadora, hasta que trancó el teléfono.

Armando
Bien, enviarán a una patrulla. Llegarán en 15 minutos.

Krystal (viendo su reloj) 
Son las 10:12 de la noche, así que a las 10:27 deberían estar aquí.

Hermes
Yo no estaría tan seguro... tu sabes como son los policías acá.

Julia
Ay, Hermes, deja el bendito tema de la negatividad. Es lo que menos necesitamos ahora.

Armando (interrumpiendo)
Bueno, bueno, vamos a hacer algo mientras esperamos. Metamos el carro de Hermes al garaje.

Julia se levantó de su cama echa una fiera. Sus ojos se habían vuelto rojos de pura rabia. Hermes saltó de golpe y Krystal resopló de puro fastidio.

Julia
¡Es que te has vuelto loco! ¿Quieres que nos termine de agarrar a todos?

Armando
No, lo que quiero es no darle más cancha al tipo. Relájate. Si dejamos el carro de Hermes ahí, le damos más chance de que tenga donde ocultarse, además si pasarán la noche aquí, no veo conveniente dejar el carro afuera toda la noche.

Julia (todavía fuera de sí)
¡Tampoco veo conveniente salir cuando no sabemos que está pasando allá afuera!

Hermes trata de calmar el asunto. Se interpone entre los dos hermanos.

Hermes
Ve, Armando, tienes razón... (antes de que la morocha hablara aceleró la ídea) y tu también tienes razón, Julia. ¿No sería mejor...? Digo... ¿...Si esperamos a la policía? Y ahí sí movemos el carro.

Armando (casi gruñendo)
Está bien, está bien. Pero cuando se trate de intentar dar ideas para subsistir a esta situación, no me llamen, que ya no daré más opciones.

Julia
Pues me parece muy bien, si tus opciones son las de entregarnos en bandeja de plata al loco ese que está allá afuera.

Krystal le subió el volumen al televisor. Un videoclip de música alegre rompió la tensión entre los hermanos. La pelirroja sonrió y agarró a su amiga por la espalda, la tiró a la cama. Hermes sonrió y Armando se quedó de brazos cruzados recostado a la puerta.

A Julia le costó sonreir al principio, pero luego se dejó llevar. Ambas cantaron a todo pulmón la canción que sonaba en el canal de música. Hermes se limitaba a observar a las chicas desahogando su rabia en la cama. 

El sonido de la patrulla fuera de la casa detuvo el momento de alegría. Los cuatro amigos salieron en grupo al frente y ahí estaba la patrulla de la policía con sus luces rojas y azules dando vueltas sobre el techo de la camioneta. Un oficial estaba recostado de la parte del frente del vehículo, el otro estaba en el portón de la casa de los morochos.



Andrés
Buenas noches, soy el oficial Andrés Suárez ¿Ustedes llamaron a emergencias?

Armando
Sí, oficial, yo fui quien llamó. Mi nombre es Armando y la cosa es que estábamos reunidos...

Mientras que el morocho daba detalles sobre lo sucedido, el otro policía echó un vistazo hacia la plaza del frente. No había nada entre esos banquitos de cemento y arbustos de gran tamaño. Ni siquiera un gato callejero.

Andrés
Entiendo. Entonces usted tiene el teléfono de su amigo... ¿Hay algún familiar de ellos que podamos contactar a esta hora?

Armando
Bueno, los dos viven solos. La mamá y el papá de Rafaela murieron cuando era niña y Alfonso no le habla a su familia... así que no sé a quien pudiéramos contactar.

El oficial sacó una tarjeta de su bolsillo, ahí estaba su número celular y su correo electrónico. Mientras que Julia abrió el portón blanco del garaje para que Hermes metiera su carro, justo detrás de la camioneta de Armando y al lado del corsa de Julia. 

No había espacio para el malibú de Krystal, pero poco le importó a la pelirroja dejar su carro afuera. Tenía un sistema de seguridad muy bueno.

Andrés
Si sabe de algo, no dude en llamarme. Nosotros vamos a monitorear el lugar esta noche y daremos una vuelta entre esta casa y la casa de sus amigos. Que tengan buenas noches.

Armando
Gracias, oficial.

Los cuatro amigos volvieron a la cocina de la casa. Buscando como sería el plan.

Julia
Creo que no todos cabemos en mi cuarto, así nos gustaría, tenemos que descansar.

Hermes
Eso me preocupaba a mi (suelta una risa nerviosa) ¿Cómo haríamos?

Krystal
Si fuera una situación normal, les diría para que las mujeres durmiéramos en el mismo cuarto, pero no creo que sea provechoso con el loco suelto.

Julia
Tienes toda la razón, Krystal. Te voy a prestar algo para que duermas más cómoda. 

Las damas salieron en dirección al cuarto de Julia. Armando y Hermes las siguieron, pero en el pasillo doblaron hacia el cuarto del morocho.

Armando
Bueno, mi pana, parece que tendré que prestarte algo para que duermas con mi hermana... ¡Cuidado con una vaina!

Hermes
Nojombre, Armando, ¿Tu crees que con un loco acechando pudiera tener una erección? ¡Que va pana!

Ambos ríen y entran a la pieza del morocho. Una ventana daba hacia el patio de la casa. Las paredes eran blancas y una cama individual estaba pegada a la pared. Frente a ella había un gran escritorio con una enorme computadora, cuya pantalla cubría casi todo el cuarto.

Armando abrió el closet y sacó del último compartimento unos shores y una franela blanca.

Armando
Creo que esto será más que suficiente para ti. Somos amigos de toda la vida, pero no creo que tengamos el nivel de prestarnos los interiores.

Hermes se empezó a vestir lo más rápido que pudo. Armando se tomó la cosa con calma, se quedó en sus boxers azul marino y ya su amigo estaba vestido. Unos golpes en la puerta del cuarto interrumpieron el momento.

Krystal
¿Se puede?

La pelirroja ya había entrado, vistiendo un mono azul y un guardacamisa blanco con una almohada en sus manos. Ahí estaba Armando, totalmente desprevenido. Intentó no darle importancia al asunto mientras desesperado buscaba un short.

Hermes
Eh... bueno, que descansen. Me voy rápido a la habitación con Julia... bueno, por lo del loco... ¿No? No es por otra cosa... yo...

Krystal
¡Ajo, Hermes! Estas loquito por pasar la noche con el amor de tu vida. Si tienes chance dile que la amas ¡Eso le encanta a las mujeres! (ríe)

Hermes se retira de la habitación, con su ropa en una mano y con la otra le muestra el dedo del medio a la pelirroja.

Armando se termina de vestir y Krystal acomoda la cama. 

Krystal (sacudiendo la sabana)
¿Y aquí cabemos los dos?

Armando
Sí... bueno... no... bueno cabíamos cuando eramos chamos.

Krystal
Cuando éramos chamos yo pesaba como 10 kilos menos.

Armando
¡No hables paja, vale! Que te ves muy bien así como estás.

Ambos sonrieron, pero no dijeron nada. Armando volvió a su armario, y desde un compartimiento superior, sacó un sleeping bag de color amarillo. Lo acomodó entre la silla del escritorio y el frente de su cama, donde Krystal ya se había acostado viendo hacia la pared.



Armando
Buenas noches.

Krystal
Buenas noches, Armando

El morocho apagó la luz y solo se vio el reflejo de los focos que provenían del patio. Entró como pudo en el sleeping bag y se quedó viendo el techo.

Krystal
Es raro... todo esto... es raro

Armando
Sí, bueno, a mi tampoco me había acosado un maníatico antes.

Krystal
No, tonto... desde que almorzamos la semana pasada no hemos vuelto a hablar tu y yo... solos ¿Me has estado evitando?

Armando
¿Cómo evitarte si vienes todos los fines de semana a mi casa... fastidiosa?

Ambos rieron. Krystal volteó su cuerpo para quedar frente a Armando, excepto por la distancia que había del suelo a la cama.

Krystal
Sí... yo seré la fastidiosa. Al menos yo no tengo años planeando un almuerzo ¡Imaginate cuando volvamos a hablar en privado pasarán como cinco años más!

Armando
Estás agrandada porque te confesé que te quería invitar a almorzar desde que empezamos en la universidad.

Krystal
¿Y qué tiene de malo? ja, ja, ja, además, pasaron cinco años para que me invitaras a almorzar

Armando
¿Y qué iba a hacer? ¿Que rompieras con Oscar? ¿O invitarlos a los dos?

La pelirroja volvió a reir. Sus ojos brillaban en la oscuridad, o al menos así le parecía a Armando cada vez que se veían.

Krystal
Ay... Oscar... ese perro... pero bueno, él es historia pasada. Hablemos del futuro ¿Pa' cuando hablamos?

Armando
Estamos hablando ahora ¿O no?

Krystal
Estamos hablando ahora porque un loco sádico no nos deja opción. Si esto no hubiera pasado, yo estaría en mi casa durmiendo ya. 

Armando
¿Durmiendo tu a esta hora? A esta hora estaríamos escuchando los cuentos de los culos del gimnasio de Alfonso, esa es una fija en cada reunión.

Krystal
Ja, ja, ja, sí, ojalá no le haya pasado nada al loco y mañana lo veamos. Sonriente, echador de vaina, con sus cuentos que parecen de otro planeta. De sus masajes sabrosos en la espalda, que solo él sabe dar cuando estamos en mucho stress.

Armando
Sí, el pana de verdad que es muy atento, ¿Sabes una vez se me acercó preguntándome qué me pasaba? Le dije que nada... pero que va, fue inútil, siguió preguntando hasta que terminé desahogándome con él. Lo de no conseguir trabajo me tiene bastante golpeado.

Krystal
Sí... él... y Rafaela. Los dos son muy sensibles, saben cuando uno se siente mal. El otro día Rafaela me brindó unos tragos porque sabía que no me había ido nada bien en los tribunales. Me vio la cara de molesta en la calle, no se la pude ocultar. Al final se montó en el malibú y me llevó a un sport bar en el centro. Yo hablé casi por tres horas seguidas. La chama no me interrumpió ni una vez... y pagó la cuenta... sabes... ella con la poquita plata que gana en la escuela, no le importó pagarme la cuenta...

Ambos suspiraron, con sus miradas en el techo, esperando porque sus amigos estuvieran bien.

Krystal
Cuando termine todo esto... cuando veamos a nuestros amigos y le demos un abrazo... tu me llevarás a algún sitio... y hablaremos. Hablaremos mucho, sé que tenemos mucho de que hablar.

Armando
Me parece justo...

Ambos permanecieron en silencio. Sin decir una palabra.

A lo lejos, la risa macabra retumbó hasta llegar a sus oídos.

Continuará...

jueves, 25 de julio de 2013

Seis (2)

Para leer la primera parte, dale click aquí



El silencio había tomado por completo la cocina. Alfonso y Armando se asomaban hacia la ventana del patio. Rafaela y Julia abrazaban a Krystal, en la pared opuesta a los grandes vidrios que dan hacia la parte de atrás de la casa.

Armando
Creo que veo algo al lado del lavadero, pero no estoy seguro que...

Vino otro ruido inesperado desde adentro de la casa. El sonido característico de la bajada de agua de una poceta. El baño estaba justo al lado de la sala, desde donde se escucharon pasos.

Esta vez, las muchachas pasaron a estar en el ventanal y los hombres se acercaron a la puerta de la cocina. Armando estaba al frente, detrás de él Alfonso no podía evitar que su cuerpo temblara con tanta fuerza. Las muchachas hacían un gran pelota humana entre brazos, cabello y muchos nervios.

Los pasos se iban acercando cada vez más, hasta que apareció la delgada figura en la cocina.

Hermes
Se me cayó el celular en la sala, ¿alguien lo ha agarrado?

Todos respiraron aliviados, Julia le intenta devolver el celular, pero su mano tiembla mucho. Hermes agarra con sus dos manos para intentar calmarle al mismo tiempo que recuperaba su teléfono.

Alfonso no aguantó más.

Alfonso
¡¿Tu eres loco?! ¡¿Por qué no avisaste que ibas al baño?! ¡Estábamos cagaos, marisco!

Hermes
Pero si no ha pasado nada. Iba a subir, pero me dieron ganas de ir al baño. ¡No sabía que tenía que pedir permiso a estas alturas de nuestra amistad!

Hermes respondió con sus brazos cubriendo a Julia, en un intento fallido de que se calmara. Krystal toma un trago de un solo golpe y habla, mientras se coloca la cartera para irse.

Krystal
Hermes, la risita del loco que escuchamos afuera la escuchamos del patio también. O sea, que no es para estar tan relajados como tu. Yo me voy, no aguanto un susto más esta noche. Morochos, avisen si pasa una vaina más. Rafaela, no creo que sea bueno que te vayas caminando, vente conmigo. Armando... abre.

Armando vio la llave en su mano y no quería usarla, primero que le parecía inseguro que Krystal se fuera sola. Por otra parte, tenía días queriendo hablar con ella... a solas.

Armando
Pero Krystal, Rafaela, ¿Por qué no se quedan esta noche? Creo que no es muy seguro que se vayan solas, si es que hay alguien por aquí queriendo echarnos vaina.

Alfonso
Yo no sé ustedes, yo sí me voy. Mañana tengo una clase que dar a primera hora. ¿Qué harán ustedes?

Hermes
Yo me quedo. Cualquier cosa, es mejor estar aquí por si acaso vuelve el señor sonrisas.

Rafaela
Yo... yo me tengo que ir, chicos... yo... tengo clases, a las nueve de la mañana. La escuela me va a botar si sigo faltando los viernes en la mañana... yo... sí... yo me voy... ¿Contigo Krystal?

La pelirroja vio por unos segundos a su alrededor, respiró profundo, giró su cabeza hacia arriba y soltó su cartera.

Krystal
Creo que Armando tiene razón. Me quedo.. Además, así tengo una excusa para faltar al trabajo mañana. Voy a llamar a mi mamá para que no se preocupe.

Alfonso se armó de valor, sacó la llave de su carro y le dio la orden a Armando, quien no dudó, en esta oportunidad, de abrir primero la puerta y luego el portón. Detrás de él, salieron como unos caballos Alfonso y Rafaela.

Julia
¡Escriban cuando lleguen a sus casas, por favor!

Rafaela
Sí... ¡Nos vemos mañana!



Rafaela se metió en el carro de Alfonso y este apretó el acelerador hasta el fondo. Ante la mirada de Krystal, Julia y Hermes, Armando caminó hacia la casa desde el portón.

La risa estridente volvió a sonar.

Sin ver para atrás, Armando aceleró el paso y entró a la casa. Cerró la puerta y en la sala de su casa, rodeada de animales de vidrio, estaban los amigos temblando.

Hermes
Creo que lo más prudente sería esperar un rato. Sin separarnos. 

Krystal
Estoy de acuerdo con Hermes, pero vamos a la cocina. Al menos estaremos lejos de la calle... y necesito tomarme otro trago.

Julia
No me parece, Krystal, ya has tomado mucho, tenemos que estar bien pilas si eso que está allá afuera intenta entrar.

Krystal
¡Ay deja la gafedad, Julia! Mira que no tengo tiempo para hablar, voy a la cocina.

Julia
Yo voy a estar en mi cuarto. Hagan ustedes lo que quieran.

Hermes y Armando se encogieron de hombros. El morocho siguió a Krystal y el flaco se fue detrás de Julia. Para Armando era una gran oportunidad de hablarle del tema que quería conversarle desde hace un tiempo a Krystal. Para Hermes cada minuto con Julia eran valiosos.

Julia entró en su cuarto y casi le cierra la puerta en la cara a Hermes, quien buscaba calmarla una vez más con una sonrisa que ocultaba cualquier rastro de nervios o inseguridad.

La morocha se lanzó en su cama que rozaba con las paredes de color rosado pálido. Se veía mínima en esa sabana de almohadas y peluches. Hermes estaba parado al lado del televisor. Con su mano derecha lo encendió.

Hermes
Tienes... tienes... tienes que distraerte un poco. Estás muy tensa.

Julia
No puedo pensar en otra cosa ahora, Hermes. ¿Qué le pasará a Alfonso que no llama? Ni que viviera en China para tardar tanto ¡Lo voy a llamar! 

Julia toma su teléfono celular con rápidez. Sus dedos van directamente a la pantalla y con decisión marca el número de Alfonso. Mientras que Hermes se sienta con tímidez en el borde de la cama. Están dando un programa de hombres medievales que cabalgan dragones el cual le hipnotizaba por completo.

Julia
Alfonso no responde... 

Hermes (con total atención en la pantalla del televisor)
Llama a Rafaela. A lo mejor no responde porque está manejando.

Sin responderle a Hermes, Julia marcó el teléfono de Rafaela. Fueron los dos tonos de espera más largos que haya sufrido en su vida.


Rafaela
¿Qué pasó, mujer?

Julia
¡Rafaela! ¿Están bien?

Rafaela
Bueno, yo sí, Alfonso voló para acá. Me dejó aquí como hace 10 minutos. ¿Y ustedes están...?

Julia
¡Mierda, chama! Alfonso no responde. 

Rafaela
Marisca, cálmate, ya voy para tu casa otra vez.

Julia
No, no, no, quédate en tu casa. Ya te llamo.

Julia trancó el teléfono y de un solo salto estaba en la puerta de su cuarto. Le agarró la mano a Hermes y salieron disparados a la cocina. Atravesaron la sala y llegaron a donde estaban Krystal y Armando, sentados en taburetes, disfrutando de un trago. Ambos voltearon hacia Julia con los ojos del tamaño de unos huevos fritos.

Julia
Alfonso no responde. Lo llamo y no responde. Ay chama, todo esto me da mala espina.

Armando abrazó a su hermana y buscó en su bolsillo su celular. Lo sacó y marcó el contacto de Alfonso. Desde afuera de la casa provenía el ringtone favorito del instructor de fitness, una música electrónica de ruidos saturados.

El morocho vio a Hermes y le hizo una seña para que lo acompañara a caminar hacia la sala. Detrás de ellos iban las muchachas. Krystal no soltaba su trago y Julia se aferraba a su teléfono.

A medida de que iban avanzando, el sonido del celular se hacía más fuerte. Con lentitud, Armando abrió la puerta de su casa. Y ahí estaba, en el tercer escalón del piso de cerámica del frente de casa de los morochos, estaba ahí puesto con cuidado... el celular de Alfonso.

Continuará...

domingo, 30 de junio de 2013

Baraka (1)



Cae la tarde en Ol Pejeta. El azul del cielo se intensifica, mientras que la grama pasa de ser verde a ser naranja. Baraka disfruta del pasto, lo come a placer con su hocico pegado al suelo. Es el único sentido en el que puede disfrutar plenamente, ya que a su edad, está casi ciego y oye muy poco.

Tampoco tiene su cuerno, lo perdió de joven, cuando un grupo de cazadores lo emboscó y le quitó su cacho, con el propósito de venderlo en el mercado negro y de seguro parará en el estante de algún curandero local en Kenya.

Esa es la desventaja de ser un rinoceronte en África, pero Baraka es uno muy especial, es uno de los cuatro que quedan con vida de la especie de los rinocerontes blancos.

Él no está consciente de eso, por lo que disfruta de la grama como si no hubiera mañana. Pero sus acompañantes sí lo están. Cuatro de los mejores soldados de Kenya rodeaban a Baraka. ¿Por qué? Porque están dispuestos a mantener vivo al último de los rinocerontes blancos contra los cazadores que a veces invaden el reservorio de vida salvaje más grande del país.

Chitundu, Wambua, Sabra y Jalil mantenían su vista en los cuatro puntos cardinales. Chitundu se acercó al animal y no pudo evitar una sonrisa.

Chitundu
Vaya que tienes hambre hoy, Baraka.

Sabra (sin quitarle la vista a un punto en el horizonte)
Lleva rato comiendo así. Casi no ha comido en todo el día, pero aprovecha los últimos rayos de sol.

Jalil (viendo a Chitundu)
Agarró esa costumbre la semana pasada, lo noté aquel día en que se me rompieron las botas, parece que siente que se va el día y aprovecha para cenar.

Wambua (riendo)
Menos mal que existe Baraka, sino ¿De qué hablaríamos?

Todos ríen. Chitundu acaricia a Baraka y le guía para que camine en dirección a su corral, que está a unos 100 pasos, pero con el rinoceronte, será una travesía lenta.

Jalil
Por cierto, compañeros. Mi esposa está embarazada 

Chitundu
¿Sabes, Jalil? En otro caso hubiera dicho, felicitaciones, pero en tu caso preguntaré ¿Otra vez?

Todos ríen.

Jalil
Así es, tiene cinco semanas. Nos los dijo el médico ayer. Será mi sexto heredero.

Wambua
O heredera.

Sabra
Un bebé siempre es una bendición. Felicitaciones, Jalil

Jalil
Gracias... pero muchachos, Chitundu, ya no podré seguir con ustedes. Debo buscar un trabajo que me de más dinero. Esto apenas sirve para sustentar a mi familia y ahora que viene un nuevo...

Chitundu (ve por encima de su hombro a Jalil, pero sigue caminando)
Es tu decisión, hermano Jalil, sabes que siempre tendrás las puertas abiertas aquí.

Jalil
Sí, lo sé. No quisiera dejarlos y menos a nuestro Baraka ¿De qué hablaré con mi esposa?

Todos ríen. Excepto Chitundu que mantiene su vista al corral.

Sabra
La vida a veces nos pone bifurcaciones e incluso hay curvas tan pronunciadas que nos llevan al mismo camino. Quizás algún día puedas volver, Jalil, y aquí estaremos y tengo fe, que también estará nuestro Baraka.

Wambua se adelanta y le abre el corral a Baraka. Un cerco de troncos gruesos, Chitundu lo lleva hasta el centro del sitio arenoso, le acaricia su lomo y se despide. Sale del corral y sus compañeros le esperaban. En silencio, pero con los rifles todavía en mano, caminaron hacia la casa principal del refugio. 100 pasos más hacia el norte del corral.

Ya no había sol y los soldados caminaban en la oscuridad. Wambua empieza a cantar un tema que se le había quedado en el cerebro después de escuchar la radio. El resto del grupo le apoyó con aplausos al ritmo  de la música. Reían, gritaban, hasta que un sonido les heló la sangre.

Chitundu detuvo el paso.

Chitundu
¡Hienas!

El grupo regresó como si se tratara de una falange romano. Todos juntos, corrieron al mismo ritmo y con la máxima velocidad que les permitieran sus piernas.

Jalil fue el primero en llegar a la cerca y empezó a disparar hacia el aire. La risa de las hienas terminó y sonaron sus patas huyendo. El cuarteto de soldados se paró alrededor de Baraka, que parecía dormir placidamente, desconociendo lo que sucedía a su alrededor.

Sabra
La paciencia es un árbol de raíces amargas pero de dulces frutos.

Chitundu
¿Crees que regresarán, Sabra?

Sabra
Creo que debemos esperar un rato, por si acaso.

Cada soldado tomó su punto cardinal. Cada uno veía al horizonte, menos Jalil, quien observaba fijamente al rinoceronte dormir.

@mynameisteo

martes, 28 de mayo de 2013

Seis (I)



Julia y Armando son los mejores amigos del planeta, además son hermanos. Al ser morochos, estudiaron siempre juntos. Sus padres los mantuvieron en el mismo colegio y cuando pasaron a la universidad, decidieron estudiar lo mismo: Ingeniería civil.

La vida de estos morochos ha llevado a tener el mismo grupo social y hay cuatro amigos que se han mantenido con ellos durante todo el trayecto: Alfonso, Krystal, Hermes y Rafaela.

El fin de semana para estos seis amigos empezaba el jueves, cuando se reunían en las escaleras del frente de la casa de los morochos a conversar sobre los estudios, el clima, las fiestas y las situaciones sentimentales, al son de una botella de vino o ron, depende de los ánimos.

Alfonso no terminó la universidad ¿Para qué? Sus habilidades en el mundo fitness le ha permitido aumentar sus arcas y convertirse en uno de los instructores con mayor demanda en la ciudad. Este éxito le ha permitido comprar un vehículo nuevo cada año, su penthouse y construir un cuerpo atlético que le hace ser el centro de las miradas de las mujeres.

Krystal es una aficionada a las bebidas alcohólicas, su carrera universitaria la pagó con los tragos que sirvió en un restaurante llamado "La manzana" donde desarrolló su profesión de bartender y le permitió levantar muchas miradas con su cabello rojo y su cuerpo esbelto. Una vez que se graduó en derecho, resolvió ejercer su carrera. Ahora está en una pequeña oficina en el centro de la ciudad, donde resuelve casos con respecto a las leyes laborales.

Hermes ha subido como la espuma en una empresa de extracción de oro. Sus habilidades de gerencia, sumados a sus conocimientos en el campo de la química, le ha llevado a ser una de las principales figuras en "Gold workers C.A" una trasnacional con mucha historia en la región. De piel morena, sumamente delgado y lentes de pasta, le delatan su vocación intelectual.

Rafaela se graduó de profesora en educación física y es la carrera de sus sueños. Desde pequeña jugó al fútbol con sus primos, se graduó en cinturón negro de karate y levantó diversos trofeos en cada competencia de natación en la que asistió. Su amor por el cigarro y el alcohol la alejaron de tener un mejor futuro como atleta, pero ha redireccionado sus esfuerzos a la enseñanza, actividad que realiza con todo su corazón.

Así que cada uno de ellos, amigos desde el jardín de infancias, desenvolvía sus universos diferentes en aquellas escaleras que daban hacia una calle desierta. Pocos carros pasaban por ahí y casi nadie utilizaba la plaza del frente de la casa de los morochos debido a la inseguridad.

Pero a este grupo de amigos, su mundo eran esos 10 escalones en piso de cerámica. Lo que ocurriera del portón para ellos pocas veces les llamaba la atención.

Las reuniones empezaban en la cocina, con Julia haciendo una nueva receta de pasapalos que habría conseguido en internet: ceviche de merluza, pinchos de fruta, pepinillos a la mostaza y un largo etcetera. Mientras que Armando llenaba la cava roja con hielo, ya sea para las bebidas de Krystal o la cuba libre que amaba Rafaela, el hielo era un invitado fijo en cada encuentro.

El primero en llegar era Hermes. 9:00 de la noche, puntual. Ni un minuto más, ni un minuto menos. Estacionaba su caliver blanco en todo el frente de la casa de los morochos. Tocaba el timbre y esperaba. Armando abría la puerta.

Armando
¿Qué pasó, Hermesillo? ¿Todo bien?

Hermes
Todo bien, Armando... pufff... de un cansado... me tocó atender a una comisión de chinos que se instalarán en los próximos meses en las minas de la zona. Les intenté explicar que las maquinarias de acá usan artilugios que han desarrollado nuestros propios técnicos y vaya que me costó.

Armando
¿El traductor no te ayudó?

Hermes
No, bueno, quería decirlo yo en mandarín, he tomado clases en estos días por internet y era tremenda oportunidad para practicar con esos chinos.

Armando 
(risas) De verdad que tu estás loco, poniendo en práctica un idioma que aprendiste en internet. Pasa adelante, vamos a la cocina, hoy Julia está preparando sadwiches de pera y chorizo.

Hermes 
¿Pera con chorizo? Y tu dices que yo soy el loco.

Como era costumbre, los padres de los morochos estaban de viaje. Las empresas en todo el país del papá de Julia y Armando los mantenían bastante ocupados. El morocho y Hermes cruzaron la sala con un zoológico de vidrio en todos los tamaños, desde una pequeña manada de elefantes alrededor de la biblioteca, hasta el cisne que ocupa la mayor parte de la mesa del comedor.

Monos, cerdos, leones, águilas y demás animales es lo que  más destaca en la estancia, con algunos cuadros de paisajes en las paredes. Hermes es especialmente metódico con su caminar, no quiere tropezar con ningún adorno. Armando pasa entre las piezas de vidrio sin mayor cuidado. 

Al llegar a la cocina, Julia se divide entre las tablas del mesón para picar los chorizos y las peras y atiende con una mano la plancha donde se tuestan los panes. La música no puede faltar. Los tonos góticos de Lacuna Coil es lo que envuelve el ambiente de la cocina, cuya iluminación blanca es perfecta en cada rincón.



Julia
¡Pero que puntual, Hermes! Bienvenido. Hay cerveza en la nevera y en la cava está el ron y la coca cola. Sírvete.

Hermes apenas puede responder con su cabeza ante la invitación. Una sonrisa timida está en su rostro y sus ojos no le quitan la vista al cabello de Julia que le llega por sus orejas, junto a su cuerpo delgado que hipnotizaba su mirada. Como si fuera un zombie, abre una cerveza y disfruta el espectáculo. Suena el timbre y Armando va a abrir la puerta.

Armando
¡Alfonso! ¡Bienvenido!

Alfonso
Gracias, pequeño Armando.

Armando abre la puerta, Alfonso solo da dos pasos y cae en el tercer escalón. 

Alfonso
No puedo caminar más, hoy di clases de TRX, insanity y luego algo de tae bo porque una de las instructoras faltó y estoy lo que se llama mamao. ¿Ya llegaron todos?

Armando
(Que se sienta a su lado)
Solo Hermes. El loco se puso a practicar chino con una comisión que llegó hoy a inspeccionar unas minas.

Alfonso
¡Está loco! Esos chinos son peligrosisimos si se sienten ofendidos. ¡Pinga! Yo no les diría ni pio a esos locos, aunque supiera como se pronunciara como se escribe y como se come ¡Nojoda, está loco! ¿Cómo vas tu con la búsqueda de trabajo?

Armando
Igual. Las empresas están quebradas y me sale un tigrito de vez en cuando. Nada fijo. Es una ladilla ser recién graduado.

Krystal
¿Me lo dices o me lo preguntas?

Desde el portón se veía la silueta perfecta de Krystal. Con un vestido oscuro hasta las rodillas que destacaba sus curvas femeninas, con el toque de sus tacones negros. Su cabello rojo posaba sobre sus hombros y rozaban sus pechos pronunciados. Acababa de estacionar su malibu blanco. Un clásico que la ha llevado por mil batallas.

Armando ríe y le abre la puerta. Krystal le da un beso en el cachete y se tira a los brazos de Alfonso. Se abrazan por un rato y luego ella se levanta. 

Krystal
Voy a ir a ayudar a Julia en la cocina.

Alfonso
Así es, vaya a la cocina, nojoda (risas)

Krystal se aleja mostrándole el dedo del medio a Alfonso. Camina con cuidado entre el zoológico de vidrio y llega a la cocina. Ahí estaba Hermes, con una cerveza en la mano, escuchando a Julia que no paraba de verter aceite de oliva entre los chorizos y las peras.

La recién llegada le da un beso y un abrazo a Hermes y luego se funde en un largo abrazo, que incluye brincos en la cocina, con su amiga del alma.

Julia
Marisca, hasta que llegaste. Resulta que le estaba contando a Hermes que me mandaron a hacer un vaciado de cemento y el tipo llegó con la mezcla como con 10 grados por encima de lo estimado y les dije ¡Se volvieron locos! Ese cemento no durará nada allá abajo y los mandé a freir monos y...

Krystal
Hablando de freír ¿Qué es esto?

Julia
Mana, una receta nueva: sandwich de chorizo y pera. Les va a encantar. En España son una sensación.

Krystal (con cara de espanto)
No puedo esperar a probarlos. ¿Cómo estas Hermes? ¿Ya le confesaste tu amor a Julia? (ríe con mucha malicia)

Hermes
Dejate de esas cosas, Krystal, que después Julia se lo cree y no me la puedo quitar de encima.

Todos ríen en la cocina. Mientras Rafaela se asomaba en el portón. Fumando, como la mayoría de las veces, saluda chocándole las manos a Armando y se tira a abrazar a Alfonso. Se sienta con sus dos amigos. Su voz ronca la pueden escuchar en la casa de al lado, está vestida con un pantalón deportivo y una chaqueta de tres rayas que van desde el cuello hasta las manos. 

Rafaela
¿Qué pasó? ¿Qué hay por ahí?

Armando
Llevándola, Rafaela. ¿Qué tal tu día?

Rafaela tira lo que queda de su cigarro y saca de su bolsillo una caja. Le quedan tres. Lo prende y responde a Armando.

Rafaela
Bien, chamo. Todo bien. Con poca plata y mucho trabajo, pero vamos bien chamo.

Julia
¡Hola mis comensales! El menú de hoy les trae sandwich de pera y chorizo.



Todos responden con un gran: ¡Ascoooo!

Julia
¿Qué les pasa? En España son la sensación. ¡Vamos! ¡Coman!

Armando es el primero en darle un mordisco a los pequeños sandwiches que trae su hermana. No puede ocultar su satisfacción con un largo "hmmmm" que invita a sus amigos a agarrar de entre el montón de panes.

Cada uno disfruta de los pasapalos. Krystal sirve ron con coca cola a cada uno de los invitados. Alfonso, con su octavo sandwich en su boca exclama.

Alfonso
¿Saben lo que más me gusta? ¡Es que tiene el chorizo adentro!

El resto responde con la boca llena y se escucha una risa estridente desde la calle. Todos voltean hacia afuera. No se veía nada aparte de los carros.

Alfonso
¿Qué fue eso?

Armando
¡Nada marico, que tu chiste fue tan bueno que hasta los fantasmas se rieron!

Krystal
(Después de un trago largo para aplacar los nervios) Déjate de pajas. ¡Alguien estaba cerquita del portón!

Rafaela
¿Quieres que demos un vistazo pa' que te quedes quieta?

Julia
No, no, mejor nadie salga.

Hermes
Yo puedo asomarme desde el techo a ver si veo algo afuera.

Armando
Vamos, Hermes, así Krystal no se pone más nerviosa.

Alfonso
Creo que lo mejor, mientras tanto sería irnos para adentro.

El grupo entra a la casa, Alfonso y Armando meten la cava y la bandeja de panes. Las muchachas entraron directo a la cocina. Armando llega con Alfonso y pregunta.

Armando
¿Y Hermes? Yo le dije que iba con él para el techo.

Julia
Se habrá adelantado. Quizás le mataba la curiosidad.

Alfonso
Vamos a subir, Armando. Ya venimos muchachas, no salgan de la cocina.

Krystal se sienta en una de las butacas de la cocina. Bebe otro trago largo, Rafaela la intenta confortar. Julia agarra su celular y empieza a llamar. Suena el teléfono de Hermes desde la sala.

Las tres se ven una a la otra.

Julia
Hermes está en la sala ¿Cómo bajó?

Julia sale de la cocina y va a la sala. El teléfono de Hermes sigue sonando... está en el piso de cerámica. Julia lo toma y regresa a la cocina.

Julia
¡Mariscas! El teléfono de Hermes estaba en el piso ¿Qué es esto?

Krystal empieza a respirar rápido. Rafaela se queda tiesa. Julia cuelga su teléfono y se les queda viendo. Desde la sala viene una sombra rumbo a la cocina. Las tres brincan al escuchar la voz de Alfonso.

Alfonso
No estaba en el techo. Hermes no estaba en el techo y no había nadie en la calle.

Armando
Llámenlo al celular para ver si...

Julia
Lo llamé. Pero el teléfono estaba en medio de la sala.

Los cinco amigos quedaron estupefactos. Nadie hablaba. Hasta que sonó otra vez la risa estridente, pero esta vez desde el patio de la casa de los morochos.





Continuará...

domingo, 10 de marzo de 2013

¡Feliz cumpleaños Gabriel! (conclusión)

MOSCA: Con esta escena terminamos el experimento del cumpleaños de Gabriel, pero para entenderlo debes empezar por la primera parte.

Con esta conclusión retomamos este espacio. Espero verlos más seguido por aquí.


¡Feliz cumpleaños, Gabriel! 
(3/3)




Ana prepara la cocina de su casa para hacer la última cena de su hermano Gabriel. Los invitados llevan a cabo diferentes tareas que les ha impuesto Esteban para que nadie pierda la cordura. Él mismo, junto a Pablo se han encargado de convertir el cuerpo en un montón de carne y huesos.

Es la 1:45 de la mañana, cuando salen del baño de visitas con los restos del cumpleañero en una bandeja.

Pablo y Esteban lucen impecables, a pesar de haber hecho un trabajo bastante sucio. Pasan a toda marcha desde el baño a la cocina, atravesando el comedor.

Alrededor de la mesa larga de madera oscura, están Juan Fernando e Isabel colocando los platos. Orquídea y Graciela limpian la sala, que está a solo unos pasos del comedor, para que no quede rastro del cuerpo que estuvo ahí hace unas horas.

GRACIELA
Chama, me preocupa Ana. Está preparando todo en la cocina como si esto fuera una comida más.

ORQUÍDEA
Quizás sea lo mejor para ella, a lo mejor es su manera de afrontar esto.

GRACIELA
¿Y cómo lo estás afrontando tu? Mira a Juan Fernando, lo he visto colocar la mesa al menos seis veces, pone los platos y los vuelve a recoger, coloca los vasos y los vuelve a recoger. Isabel está igual, como que quisieran que la mesa tuviera una alineación perfecta que será imposible de lograr.

Orquídea deja de limpiar la alfombra por un momento para ver a la pareja que trata de hacer la mesa.

ORQUÍDEA
Déjalos. Esa es la manera en que lo afrontan ellos... para mi... yo... yo no descansaré... hasta sacar estas manchas.

GRACIELA
Yo no sé, chama, yo no sé que pensar... no puedo dejar de ver la cara de Gabo, como cayó... como se suponía que esta iba a ser la mamá de las rumbas.

ORQUÍDEA
Deja la tortura mental, chica y ponte a echar cepillo. Enfócate en esta bendita mancha que no sale, después nos preocuparemos por comernos toda la comida y mañana o pasado, pensaremos en Gabriel.

GRACIELA
Orquídea... tu también crees que es una cena... normal...

Graciela vuelve a poner sus energías en la alfombra. De a poco. Cepilla primero sin fuerza y luego incrementa la energía.

Y apenas es la 1:52 de la mañana.

Ana, en la cocina, ya tiene un caldo hirviendo en una olla que es mucho más grande que ella. Usa un pequeño banco para poder echar los condimentos al agua. Esteban y Pablo atraviesan la puerta y ven como la sonrisa de Ana ha regresado a su rostro.

ANA
Me encanta cocinar ¿Saben? Yo quería hacerle la torta a Gabriel para su cumpleaños, pero no me dio tiempo. Tenía tantas cosas que hacer... pero me encanta cocinar, lo adoro.

Esteban y Pablo no dicen nada. Entre ambos sostienen la bandeja hasta el borde de los restos de Gabriel.

ANA
¿Ya lo trajeron? Vaya que son buenos y ni siquiera se han manchado ¡Hasta pareciera que lo hubieran hecho antes!

Ana ríe y no deja de mover una gran cuchara de madera. Pablo y Esteban se ven el uno al otro sin saber que decir.

PABLO
¿Dónde lo colocamos?

ANA
¡En la olla! Usted es lo suficientemente alto para echar eso ahí sin necesidad del banquito. Yo que soy bajita, sí lo necesito, aunque dicen que el cuerpo no se termina de estirar hasta los 25 y yo apenas tengo 18 años ¿Qué tal?

Esteban y Pablo ignoran a Ana, la apartan con pura indiferencia y vierten los restos de Gabriel en la olla. El vapor impregna la cocina. Ya son las 2:05 de la mañana.

La mesa luce impecable. Siete platos blancos destellan bajo la lámpara de la cocina. Siete vasos brillan de pura claridad en sus cristales. Siete juego de cubiertos están esperando a ser utilizados. Isabel pone el servilletero cargado de servilletas en el centro de la mesa y parece que es la guinda en el pastel de la elegancia.

JUAN FERNANDO
No me gusta. Le falta algo...

ISABEL
Sí, le falta la comida. Mira, Juan Fernando, hemos arreglado esto ya como 30 veces, son las 2:10 de la noche y ya lo que quiero es comer. No me importa nada, ni la mesa ni lo que me vaya a comer.

JUAN FERNANDO
¿Y si le cambiamos el mantel?

ISABEL
No vale. Ese mantel esta bien, además, que lo vamos a quemar después de usarlo, así que mucho es usarlo para esta locura.... No me importa nada. La mesa se queda así.

Juan Fernando empieza a recoger los vasos.

JUAN FERNANDO
Quizás necesitemos copas para el vino. No podemos cenar a esta hora con cervezas.

Isabel se recuesta de la mesa. Con lentitud se vuelve a levantar y ayuda a Juan Fernando a cambiar los vasos por copas.

Son las 2:30 de la mañana. Orquídea levanta los brazos y cae agitada al sillón de la sala.

ORQUÍDEA
¡Lo logramos, chama! Quitamos la bendita mancha de la alfombra. Ahora nos tenemos que limpiar y después... después.. bueno... ya veremos que pasa después...

Orquídea se levantó del sillón antes de que la tristeza le atacara. Graciela, lentamente se puso de pie. Se limpió una lágrima y se llevó el tobo, junto a los trapos y los cepillos que usaron.

Juan Fernando pone la última copa en la mesa. Isabel se sienta de una vez en el mismo puesto en que se había desplomado anteriormente.

JUAN FERNANDO
No me gusta. Le falta algo...

Isabel mira fijamente su plato en silencio. Juan Fernando está a punto de agarrar una copa, pero desde la cocina entran Esteban y Pablo con la tremenda olla. Isabel les hace espacio en la mesa. La última en llegar es Ana.
Orquídea y Graciela se unen al grupo en el comedor.

ESTEBAN
Bueno señores... buen provecho.

La comida olía mejor de lo que los invitados esperaban. El caldo bañaba los trozos de carne amorfos que caían en cada plato. Pablo repartía grandes porciones. Graciela se apresuró a servir el vino que habían traído. El resto tomaba sus asientos sin emitir ningún comentario.

El reloj de la sala marca las 2:59 de la mañana. Los invitados estaban a punto de comer la última cena con Gabriel.

ESTEBAN
Las porciones son grandes para que no quede nada. Tenemos que comernos todo.

GRACIELA
¿Y si...?

ESTEBAN
(furioso)
¡Y SI NADA! A mi tampoco me agrada la idea, pero es la única que se nos ocurrió. Con esta cena nos estamos salvando nuestro futuro. ¡COMAN!

Cada uno inspeccionaba el pedazo que le había tocado. Nadie se atrevía a meter el primer mordisco. Ni Esteban que temblaba cuando tenía una pieza de carne en su cuchara.

Orquídea trata de contenerse, pero finalmente expulsa todo lo que siente en lágrimas.

ORQUÍDEA
¡No es justo Gabriel! Yo que peleé contigo por ver que íbamos a cenar y ahora, me vienes con esta de que tengo que cenar contigo a juro... esto... no se vale... yo te iba a decir... para vivir juntos... irnos de esta mierda de país... irnos a vivir a la mierda.

Graciela abraza a su amiga y se echa a llorar también.

GRACIELA
Yo hice todo lo posible, amiga mía, pero aquí nadie quiso entender. Ni tu quisiste entender. Literalmente, tendremos que tragarnos nuestro futuro.

Ana ya no sonreía, solo veía el pedazo de carne que tenía frente a ella, rodeado de caldo.

Juan Fernando cierra los ojos y se mete un bocado grande en su boca. Lo mastica, lentamente, abre sus ojos y todos lo están viendo. Excepto Ana que seguía concentrada en su plato. 

JUAN FERNANDO
Sabe... a... cochino...

Son las 3:36 de la mañana y el silencio toma la casa de Ana una vez más.

Hasta que Esteban ríe... Ruidosamente, ríe con todos sus pulmones. Pablo se deja contagiar, mientras mueve el sancocho que tiene enfrente con su cuchara, no para de reir. Isabel también ríe. Lo siguen todos los demás. Risas descontroladas que retumban el comedor.

Ana está seria. 

ANA
¡CÁLLENSE!

Todos la ven.

ANA
Al menos tengan algo de respeto. Ahora coman, porque no soporto ver a mi hermano aquí tirado más tiempo.

Uno a uno empezaron a llevarse los bocados. Isabel lo hizo con toda la velocidad que pudo, sin mirar a los lados. Pablo y Esteban parecían comer al mismo ritmo, tratando de no ver lo que pasaba en el resto de la mesa.

Graciela y Orquídea detuvieron varias veces el vomito dentro de sus bocas. Se ayudaron con los dedos en sus labios a contener la expulsión. Se miraban y se les volvía a activar las náuseas. El vino no duraba mucho en sus copas para tratar de tragar lo máximo que pudieran.

Ana comió un plato lleno de carne. Luego otro. Con el tercero no le entraba más comida. Y no quedaba más que comer.

Eran las 4:10 de la mañana y nadie hablaba. Juan Fernando luchaba con no dormirse, al igual que Isabel que se apoyaba en su hombro. Graciela y Orquídea estaban cabizbajas frente a sus platos. Esteban vio que no quedaba más en la olla. Pablo se llevó los platos a la cocina.

4:12 am. Esteban salió de la casa.
4:15 am. Pablo no dijo nada antes de irse.
4:16 am. Isabel se despidió sin mirar atrás.
4:18 am. Graciela abrazó a Orquídea. Luego se levantó y se fue.
4:19 am. Juan Fernando le dio un beso en la frente a Ana y salió de la casa.
4:31 am. Orquídea se levantó y salió de la casa.

Los padres de Ana abrieron la puerta de la casa a las 9:00 de la mañana y vieron a Ana dormida en una de las sillas de la mesa, donde solo quedaban copas y una gran olla sopera.

Ambos rieron. La delicadeza de la madre tocó la espalda de Ana, quien saltó de un solo brinco. Vio a sus padres y se fue rumbo a su cuarto sin soltar ni una palabra.

Eran las 9:10 de la mañana.

Los padres de Gabriel habían regresado a casa.

(FIN)

sábado, 9 de marzo de 2013

¡Feliz cumpleaños Gabriel! (II)

SPOILER ALERT: La primera parte la pueden leer aquí.

Sino lo hacen, este texto no tendrá ningún sentido.

Ahora los dejo con la segunda parte.

¡Feliz cumpleaños, Gabriel!
(2/3)



Ana está llorando. No puede contener sus lágrimas al ver a su hermano Gabriel desparramarse en la sala de su casa con un cuchillo en la espalda y forma un charco de sangre sobre lo que era una alfombra blanca, a las 9:35 de la noche.

Ana corre a tratar de socorrer a su hermano. Pablo se apresura a cerrar la puerta de la casa. Juan Fernando trata de voltear a Gabriel. Orquídea se desmayó en los brazos de Isabel y Graciela corrió para socorrerla.

Los colores en la cara de Esteban habían huído, solo dejaron una inerte boca abierta en un rostro pálido.

ANA
¡NOOO! ¡MI HERMANO NO!

JUAN FERNANDO
¡Ana! ¡Ana! Ayúdame a voltearlo, quizás todavía respira.

Son las 9:45 y Pablo se convirtió en un testigo desde la puerta que mantiene cerrada con su cuerpo, después de haberle pasado todos los seguros. Esteban, que salió de su shock, revisa a través de la ventana a ver si hay alguien alrededor de la casa.

ANA
¡NO RESPIRA JUAN FERNANDO! NO RESPIRAAAA

Ana es arrastrada por Graciela, quien la jala de al lado de su hermano. Isabel bate su mano lo más rápido posible para que Orquídea respire. Juan Fernando le da otra vuelta al cuerpo sin vida de Gabriel y en un reflejo, saca el cuchillo de la espalda de su mejor amigo.

Isabel despierta justo en ese momento. Cuando las miradas de los invitados están puestas en la mano de Juan Fernando con el cuchillo.

ESTEBAN
¡¿Pero qué has hecho animal?! ¡Suelta el cuchillo!

El malhumorado se acerca desde la ventana a Juan Fernando, quien todavía seguía inerte con el arma blanca en la mano. Esteban lo empuja. El cuchillo cae al piso.

ESTEBAN
¿Pero tu no has visto películas suficientes? ¡Nunca debes tocar el arma homicida! ¡Cuando venga la policía verá tus huellas y creerá que tu lo mataste!

JUAN FERNANDO
Pero... pero ustedes me vieron...

PABLO
Pero nada. Para los ojos de la policía, tu lo mataste y nosotros somos tus complices.

Pablo mira el reloj, son las 10:00 de la noche. Orquídea recuperó el aliento y con ayuda de Isabel se levantó para dirigirse a Pablo.

ORQUÍDEA
¿De qué diablos hablan? Nadie aquí es complice de nadie. Aquí todos vimos lo que pasó. Gabriel entró y se desplomó frente a nosotros... con el cuchillo en la espalda.

ESTEBAN
¡No hay nadie alrededor de la casa! El asesino ya se habrá marchado. Aquí quedamos solo nosotros y somos los únicos sospechosos del caso.

Ana seguía llorando, abrazada por Graciela, cuyas lágrimas caían en el cabello de la hermana del difunto. Juan Fernando está de rodillas al lado del cadaver, tratando de sacar una ídea de su mente.

JUAN FERNANDO
¡Ya sé! Lavamos el cuchillo y se lo volvemos a colocar a Gabriel en la herida...

Ana interrumpe con un fuerte llanto.

JUAN FERNANDO
¡Pero si a él ya no le dolerá!

ESTEBAN
¡De verdad que eres bien bolsa! ¿No ves que no puedes hacer dos heridas exactas? ¡Si limpias el cuchillo vas preso más rápido por manipular evidencia, muchacho bruto!

Juan Fernando vuelve a adoptar la posición que tenía antes de hablar. 

El reloj de la sala marca las 10:09 de la noche.

Orquídea se limpia las lágrimas, respira profundo, ve hacia el techo y finalmente rompe el silencio alrededor del cadáver.

ORQUÍDEA
Entonces ¿Qué plantean los criminólogos que hagamos?

ESTEBAN
Sin ironías, señorita Orquídea, que aquí el señor Pablo y mi persona, solo somos dos contadores que vinimos a celebrar el cumpleaños de un compañero de trabajo ¿Me entendió? Lo que pasa es que parece que nuestro sentido común está más desarrollado que el del caballero aquí presente.

Juan Fernando se levanta y empuja a Esteban. Orquídea se interpone entre los dos que inician un intercambio de empujones e insultos.
Esteban toma de la camisa a Juan Fernando y este trata de imponer su físico al agarrar a su oponente por el cuello, pero Orquídea no le deja. Juan Fernando trata de zafarse de ella y la dama cae... justo al lado del cuerpo de Gabriel.

El silencio embarga la sala a las 10:21 de la noche.

Orquídea se voltea y ve el rostro apagado de su amante. No puede evitar sentir un dolor fuerte desde lo más profundo de su ser, que le estalla en sus ojos, en forma de lágrimas.

ORQUÍDEA
¡NUNCA TE PUDE DECIR LO MUCHO QUE TE AMO! ¡Y PENSAR QUE NOS LASTIMAMOS MUCHO LA ÚLTIMA VEZ QUE HABLAMOS! ¡PERDÓN! ¡PERDÓN!

La novia de Gabriel le abraza sin importar que solo sea su cuerpo sin vida, sin importar que esté sobre un charco de sangre. Entre Juan Fernando e Isabel la logran separar del cadáver.

Esteban se acerca a Pablo, quien sigue aferrado a la puerta.

ESTEBAN
Terminaron de dañar la escena. Es imposible que salgamos limpios de esta.

PABLO
La única manera de salir de esto, es... llenos de sangre.

Orquídea abraza a Ana y a Graciela. Isabel busca refugio en los brazos de Juan Fernando. Esteban (parado) y Pablo (sentado de espalda a la puerta) ven fijamente el cuerpo en medio de la sala.

Solo se escucha la manecilla del segundero, mientras que el reloj anuncia las 10:50 de la noche.

Pablo vacila, desde su posición intenta hablar. Pero las palabras no salen. Respira profundo y suelta.

PABLO
En ciertas culturas, es normal perder un miembro de la familia en presencia de otros. Es normal ver caer muerto a tu tío... tu padre... o un hermano...

Las palabras de Pablo van rodeando el ambiente. Mientras que lo escuchan, se levanta y camina hacia el cuerpo. Esteban lo acompaña.

PABLO
... Lidiar con la muerte es algo tan rutinario, que ya están acostumbrados a vivir con ella. Ya le han dado un espacio, literalmente dentro de cada miembro de la comunidad. Al final, todos somos... iguales.

Ana habla por primera vez desde que detuvo el llanto hace más de una hora. Su voz es frágil, algo ronca.

ANA
Señor Pablo, con todo mi respeto, no entiendo nada de la clase de cultura que nos está dando, sobre todo porque me distrae el cuerpo de mi hermano en el piso.

PABLO
Nadie va a salir ileso de esto. Nadie va a salir limpio de esta situación. Por lo que les digo, abracen a la muerte. Denle espacio dentro de ustedes... hagámos como esas culturas, que les decía... creo que la única manera de deshacernos del cadáver, es comiéndonoslos.

El silencio tenso ocupó la sala. Ese mismo silencio afilado que aparece justo antes de una gran tormenta. Y así mismo se rompió, con gritos de todos lados.

Ana volvió a los brazos de sus dos amigas y gritaban algo que no parecía tener sentido. Juan Fernando era contenido por Isabel y Esteban. Pablo estaba de brazos cruzados al lado del cuerpo de Gabriel.

PABLO
¡Es la única idea que he escuchado esta noche para deshacernos del cadáver! ¡Despierten niñitos! Si la policía entra por esa puerta bajo este escenario TODOS ESTAMOS PERDIDOS.

Ana volvió a llorar en silencio. Orquídea trató de decir algo pero se escucharon solo lamentos. Graciela seguía aferrada a sus amigas. Juan Fernando tenía la vista plantada en el piso.

ISABEL
Yo... yo no quiero parecer loca... como pareciera el señor Pablo ahora... pero... pero yo no quiero ir a la cárcel y haré lo que tenga que hacer para no ir al calabozo. O sea, tengo 18 años de edad y empiezo las clases de la universidad en octubre.

JUAN FERNANDO
¡Que no quieres parecer loca! ¡Pero escucha lo que dices, Isabel! Ni siquiera deberíamos estar hablando del tema. Lo que debemos hacer es llamar a la policía.

ESTEBAN
¡SIN POLICÍA, DEMONIOS! ¿Qué quieres que hagamos? ¿Enterrar el cuerpo? ¿Nos lo llevaríamos en su camioneta? ¿No crees que los vecinos sospecharían algo si vieran que Gabriel no está manejando su nave? ¿No era él así, pues? ¡Prepotente con su camionetota!

ORQUÍDEA
¡BASTA, ESTEBAN! Claro que no podemos enterrar el cuerpo... pero... pero... pero...

PABLO
¿Pero qué? ¿Ah, niñita linda? ¿Pero qué? Quiero escuchar mejores ideas y punto.

11:40 de la noche. Llevaban casi una hora de discusión, pero nadie le había podido refutar las palabras al canoso Pablo.

ISABEL
Yo.. yo... haré lo que haga la mayoría, pero por lo pronto... lo de comernos a Gabriel parece la única salida que tenemos de esto... la menos violenta... la que nos salva de la cárcel.

Graciela se separa y deja a Orquídea acariciando a Ana para tratar de calmarla.

GRACIELA
A mi me gustaría que si discutimos esta opción que no sea frente a Ana... con tal es su hermano... y...

ESTEBAN
Nadie deja esta sala hasta que hayamos tomado una decisión. 

GRACIELA
Pero... pero Esteban... lo que estamos hablando es algo ilógico... es algo...

ESTEBAN
Estamos protegiendo el futuro de todos.

GRACIELA
¡Ni siquiera me escuchas! ¡Vamos a pensarlo una hora más!

Ana estalla en un grito que deja a todos pasmados. Se levanta de al lado de Orquídea, camina al lado de su hermano y dice.

ANA
Hagámoslo... cenemos a mi hermano... No... soporto... verlo más tiempo ahí tirado. Perdóname, hermanito.

Son las 12:15 de la madrugada. Está decretado el asunto. Los invitados a la fiesta se comerán a Gabriel, unas horas después del día de su cumpleaños.

(Continuará...)

¡Feliz cumpleaños Gabriel! (I)

(INTRO) La idea original vino de la actriz Prakriti Maduro, quien nos enseñó a través de un ejercicios, las emociones que debe manejar un actor. Prakriti dividió al grupo en tres, unos que harían el inicio de la historia, otros el clímax y los terceros harían el desenlace.

La historia, que develó frente a nosotros, era TAN BUENA y emocionante, que un año después sigue en mi cabeza, creciendo como un árbol de tronco grueso. De tal magnitud fue el impacto en mi, que debí desahogarme a través de las letras que leerán a continuación.

ADVIERTO que no pretendo quedarme con la autoria de la historia, les repito, es de Prakriti Maduro, esto es solo un desahogo.

Que la disfruten...

///////////////////////////////////////////////////////

¡Feliz cumpleaños, Gabriel! 

(1/3)



Ana está emocionada. El día del cumpleaños de su hermano mayor, Gabriel, había llegado y tenía el plan perfecto para celebrar sus 21 años: una fiesta sorpresa.

Todo plan tiene un cómplice, por lo que Ana llamó desde la sala de su casa a Orquídea, la novia de Gabriel.

ANA
Orqui, tráete a Juan Fernando, tu sabes que él no se pela un cumple de mi hermano.

ORQUÍDEA
Ay, no sé Ana, ahora Gabriel y yo no estamos en nuestro mejor momento...

ANA
¿Y qué pasó, Orquídea?

ORQUÍDEA
Te cuento, anoche discutimos, durísimo, por una pendejada. Yo quería cenar sushi y el pasta. Entonces no sé que me entró que me molesté toda y le dije que si quería pasta que fuera él solo y entonces...

ANA
¡Pero si es el momento perfecto para hacer las paces, Orqui! Mira, llama a Juan Fernando y a su jefe, Pablo, él siempre le ha tenido mucho afecto a Gabo. 

ORQUÍDEA
Pero Ana...

ANA
¡Nada de peros, amiga! Diles que vengan a las 8:00 de la noche. Yo llamo a Graciela para que venga con Isabel y armamos la rumba.

ORQUÍDEA
Bueno, Ana, está bien. Yo llevo a esa gente, nos vemos a las ocho.

Orquídea termina la llamada con tedio. A Ana no se le puede borrar la sonrisa de la cara.

Y con esa misma sonrisa, barre la sala, llama a Graciela, limpia los baños, llama a Isabel, prepara pasapalos y ordena una torta por encargo.

- Fresas y melocotones, lo que le encanta a Gabriel.-

8:15 de la noche, suena el timbre de la casa de Ana y Gabriel. La única que está es la hermana menor, que entre saltos y risas, le da play al iPod para que tiemblen los portaretratos de la familia, los cuadros de araguaney y las ventanas del fino cristal.

ANA
¡Graciela! ¡Isabel! Nenas, pero que bellas están. ¿Qué trajiste Graciela?

GRACIELA
Ay, gracias Anita linda. Trajimos una botella de vino cada una, tu sabes que no aguantamos el olor a cerveza. Y el whisky, bueno, el whisky es pa' gente mayor de 30. ¿Verdad Isabel?

ISABEL
A mi me da igual, yo solo quería salir de casa, sin ofender, Anita, pero no soportaba estar en esas cuatro paredes un viernes por la noche. Ya casi daño los mp3 de "30 seconds to Mars" solo por escucharlos tan seguidos.

ANA
Cero rollo, amigas, esta noche la vamos a pasar bien. Abran ese vino entonces y empecemos a celebrar de una vez.

Ana corre a la cocina. Isabel y Graciela esperan en la sala. 

8:22 pm y se abre la puerta. Orquídea le abre la puerta de la casa de Gabriel a tres caballeros.

JUAN FERNANDO
(jalando una cava con ruedas)
¡Chama! Y tu tienes llave y todo ¡Quién diría que Gabriel sería el primero en casarse!

ORQUÍDEA
Lo dudo, Juan Fernando, eeeh... la llave me la prestó Ana, para traerlos a la fiesta.

PABLO
Gracias por pensar en nosotros para venir, Gabriel es muy querido en la oficina.

ESTEBAN
Ni tan querido.

JUAN FERNANDO
Nadie es monedita de oro y eso lo entiendo. Lo que no entiendo es que si tan mal te cae ¿Por qué viniste?

ESTEBAN
Me debe plata y le vengo a cobrar. Es todo. 

PABLO
Bueno, bueno, ya esta bien. Si quieres cobrarle el día de su cumpleaños no me interpondré. Yo tengo otros asuntos también esta noche, así que bueno, mi estadía también será corta.

Orquídea pareció no haber escuchado al señor canoso y alto que entró con ella. Sus brazos se estiraron hacia arriba al ver a Graciela.

ORQUÍDEA
¡Amigacha! ¡Que bueno que viniste!

Se abrazan y llega Ana con tres copas. Abren el vino las mujeres y los hombres sacan cervezas de la cava. 

ANA
No, manita, papá y mamá están en Curazao, les advertí que se iban a perder el cumple de Gabo, pero que va, iban soplados como alma que lleva el viento. Al parecer es un problema con las divisas en el banco. Vuelven mañana a primera hora.

GRACIELA
¡Ah! Con razón podemos armar este escándalo en tu casa. De haber estado ellos, ni por el carrizo hacíamos esto aquí.

ANA
Sí, sí, por cierto (chequea su reloj) ya son las 9:00 y Gabo debe estar por llegar en cualquier momento, me dijo que iba a pasar por la oficina a buscar el cargador del teléfono que se le quedó.

PABLO
Él se la pasa en eso. No será la primera vez que lo haga.

Ana ignora el comentario de Pablo y corre al iPod. Le pone pausa. 9:03 de la noche. El silencio toma la casa de Gabriel.

ANA
Bueno, mi gente, voy a apagar la luz. Busquen donde esconderse.

ESTEBAN
(A sí mismo)
Que pendejada...

JUAN FERNANDO
(A todo pulmón)
¡Que vacilón!

Click. Suena el switche de la luz y la sala queda a oscuras. Entra un tímido rayo desde los postes de la calle, que se cuela entre las cortinas del ventanal.

9:23 de la noche. Suena el timbre. Ana prende la luz. Grita sin abrir la puerta

ANA
¿Quién es?

Repartidor de tortas
¡Entrega de Sweet and Cakes, señora!

Ana acelera el pago y ni le dice buenas noches al muchacho. Son las 9:26 de la noche y casi está por llegar su hermano. Decide quedarse con la caja en sus manos porque no hay tiempo para llevarla a la cocina. Vuelve a apagar la luz.

ANA
Recuerden gritar cuando él prenda la luz, no antes.

JUAN FERNANDO
¡Gabo no sabe la que le espera!

Todos ríen en la oscuridad de la sala. Excepto Esteban. Todos detrás de los muebles blancos que compró la mamá de Gabriel en una popular tienda por departamentos.

Nadie habla. Pero todos sonríen. Juan Fernando bebe una cerveza. A Orquídea le pican las manos de volver a abrazar a Gabriel. Pablo tiene una sonrisa de oreja a oreja. Esteban mira el reloj con impaciencia. Isabel disfruta del vino y observa el techo. Graciela ríe a voz baja con Ana, quien hace su mejor esfuerzo para mantenerse en un solo lugar.

Son las 9:31 de la noche. Una luz proviene desde la calle e ilumina la sala por un segundo.Son las potentes luces de la camioneta de Gabriel. Se escucha bajándose del carro. Suenan las llaves. 

Todas las miradas están clavadas en el pomo de la puerta, que se mueve lentamente. Con la misma velocidad, se abre la puerta, que deja entrar la luz de la calle y se ve la figura de Gabriel, quien enciende el switche.

TODOS
¡SORPRESA!

Gabriel no responde. Ni siquiera tiene los ojos abiertos. Caen la llaves al suelo. El cumpleañero se desploma en medio de la sala con un cuchillo en la espalda.

9:33 de la noche. Gabriel está muerto.

(Continuará...)