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miércoles, 27 de agosto de 2014

I dream about her


We promised so many things in the past, and this was one of them. Another broken promise. I dream about her.

We talked a lot about us. We knew all the impossibility that surround us. But after three years without her, I dreamed her for the first time.

She is in another world and I'm surviving in my own. We used to laugh a lot, enjoy our moments with kisses, caresses and sex. I never call her girlfriend, she never call me his boyfriend, we neither celebrate our aniversaries. We were just attracting at each other in an energic way.

I even forgot her. I'm married with two children. I'm happily married with two wonderful children. But even that, I dreamed about her.

I was in my bedroom, alone, when suddenly colorful lights came from the closet. I opened and there she was, exactly like the last time we see each other. Her long blonde hair, her skinny and athletic body, wearing a white blouse and short jeans.
- Look at this - she said to me.- This is so wonderful -
She showed to me a clever game in her mobile phone.
- What are you doing? - I was naked, only covered by the white sheets.
- I don't know - she putted away the cell phone.- I feel so good with you. Like this, this is forbidden.-
We knew that. That was forbidden. But it feels so good.
I kissed her. A fast lips to lips touch. Only to see her reaction. She smiled and I felt great.
I kissed her more, she kissed me back. I kissed her neck and she moaned:
- Oh... my... I easily forgot you... but now, every piece goes in the right place... everything fits perfectly-
I was already inside of her and she cannot stop moaning. I cannot stop kissing her.
...

And then I woke up.

Before we took separate ways in our lives, I promised not to dream her. I broke that promise after three years.

Wherever she is... Could her broke the promise too?

Picture by Myoppa Creation

sábado, 10 de agosto de 2013

La lancha en el lago



Lo que había sido un campo extenso lleno de árboles, arbustos y venados, era en la actualidad un lago que se extendía hasta el horizonte, debido a la construcción de una represa en las afueras de una ciudad minera.

Alrededor de esa masa de agua, empezaron a mudarse pescadores, que pronto aprovecharon los peces que fueron habitando el lago para su bienestar económico. Lo que había empezado por un grupo de trabajadores, se convirtió en una pequeña comunidad.

En medio de ese lago infinito estaba Konrad, de 43 años, de piel blanca, cabello y barba rojiza. Usando lentes para el sol y una gorra azul oscura con las letras NY en el frente.

Konrad estaba acostado en su lancha con la quinta cerveza del día. Vestía una camisa de flores azules y unos pantalones largos color crema.

Al lado, de Konrad, una cava y delante de ella una blusa de colores y un pantalón corto de blue jean, en el suelo de la lancha.

El silencio del lago es interrumpido por el ruido ensordecedor de una lancha que va en dirección a donde está Konrad. Avanza a toda velocidad y con el rotulado de "policía" a su lado.

La lancha de Konrad subió y bajó con las olas producidas por el navío. Al navegante no pareció perturbarle mucho.

A bordo están dos policías. luis García, 39 años, moreno de bigotes, con más peso que el que sus rodillas pudieran aguantar. Viste el uniforme azul de la estrella plateada de plástico en el pecho.

Luis García
Señor Konrad. ¿Cómo esta usted?

Konrad
(levantando su torso)
¡Hola Luis! ¿Cómo te va? ¡Hola para ti también Arnaldo!

El policía que manejaba la lancha saluda en silencio con su mano.

Luis García
¿Está usted bien, señor Konrad? Ya son las 4:00 de la tarde y me dijeron que usted salió temprano en la mañana. ¿Se le acabó la gasolina o algo?

Konrad
No... no... nada de eso. Solo agarrar mucho sol. Eso. Y mucha cerveza también. Míreme, Luis, soy un camarón.



Konrad rió a todo pulmón. Luis García apenas mostró los dientes.

Luis García
Sí, sí, ya veo señor Konrad. Pero ¿Dónde está su amiga?

Konrad
¿Cuál amiga?

Luis García
Carla... Carla González. Sus padres están preocupados, usted sabe como es la gente del pueblo.

Konrad
¡Ah Carlita! (tomó otro trago) pues ella ha saltado al agua, luego se volvió a montar en esta lancha. Le pregunté si le ha gustado el paseo y que si quería hacer el amor. Me dijo que no. Le disparé en la cabeza. Cayó al agua... su cuerpo debe llegar en cualquier momento a la orilla.

Arnaldo saca su pistola. Luis García mantiene la calma, pero tiene su mano en su cinturón.

Luis García
¿Qué?

Konrad ríe. Suelta su lata y la lanza al piso de la lancha.

Konrad
¿Quieren una cerveza, chicos?

Luis García
No... no... no queremos nada ahora. Pero señor Konrad¿Cómo es eso que le disparó a Carla González?

Konrad
Así

Todavía sentado en la lancha, Konrad sacó de la cava dos pistolas plateadas, cuyo brillo cegó a los policías, que reaccionaron tarde ante el ataque del pelirrojo.

En un abrir y cerrar de ojos, Konrad había acertado a la frente de ambos patrulleros. El cuerpo de Arnaldo quedó encima de los controles. Luis García cayó al agua tan pesado como una roca.

Konrad
Es una lástima... Tanto que me gustaba este pueblo.




Fin

domingo, 10 de marzo de 2013

¡Feliz cumpleaños Gabriel! (conclusión)

MOSCA: Con esta escena terminamos el experimento del cumpleaños de Gabriel, pero para entenderlo debes empezar por la primera parte.

Con esta conclusión retomamos este espacio. Espero verlos más seguido por aquí.


¡Feliz cumpleaños, Gabriel! 
(3/3)




Ana prepara la cocina de su casa para hacer la última cena de su hermano Gabriel. Los invitados llevan a cabo diferentes tareas que les ha impuesto Esteban para que nadie pierda la cordura. Él mismo, junto a Pablo se han encargado de convertir el cuerpo en un montón de carne y huesos.

Es la 1:45 de la mañana, cuando salen del baño de visitas con los restos del cumpleañero en una bandeja.

Pablo y Esteban lucen impecables, a pesar de haber hecho un trabajo bastante sucio. Pasan a toda marcha desde el baño a la cocina, atravesando el comedor.

Alrededor de la mesa larga de madera oscura, están Juan Fernando e Isabel colocando los platos. Orquídea y Graciela limpian la sala, que está a solo unos pasos del comedor, para que no quede rastro del cuerpo que estuvo ahí hace unas horas.

GRACIELA
Chama, me preocupa Ana. Está preparando todo en la cocina como si esto fuera una comida más.

ORQUÍDEA
Quizás sea lo mejor para ella, a lo mejor es su manera de afrontar esto.

GRACIELA
¿Y cómo lo estás afrontando tu? Mira a Juan Fernando, lo he visto colocar la mesa al menos seis veces, pone los platos y los vuelve a recoger, coloca los vasos y los vuelve a recoger. Isabel está igual, como que quisieran que la mesa tuviera una alineación perfecta que será imposible de lograr.

Orquídea deja de limpiar la alfombra por un momento para ver a la pareja que trata de hacer la mesa.

ORQUÍDEA
Déjalos. Esa es la manera en que lo afrontan ellos... para mi... yo... yo no descansaré... hasta sacar estas manchas.

GRACIELA
Yo no sé, chama, yo no sé que pensar... no puedo dejar de ver la cara de Gabo, como cayó... como se suponía que esta iba a ser la mamá de las rumbas.

ORQUÍDEA
Deja la tortura mental, chica y ponte a echar cepillo. Enfócate en esta bendita mancha que no sale, después nos preocuparemos por comernos toda la comida y mañana o pasado, pensaremos en Gabriel.

GRACIELA
Orquídea... tu también crees que es una cena... normal...

Graciela vuelve a poner sus energías en la alfombra. De a poco. Cepilla primero sin fuerza y luego incrementa la energía.

Y apenas es la 1:52 de la mañana.

Ana, en la cocina, ya tiene un caldo hirviendo en una olla que es mucho más grande que ella. Usa un pequeño banco para poder echar los condimentos al agua. Esteban y Pablo atraviesan la puerta y ven como la sonrisa de Ana ha regresado a su rostro.

ANA
Me encanta cocinar ¿Saben? Yo quería hacerle la torta a Gabriel para su cumpleaños, pero no me dio tiempo. Tenía tantas cosas que hacer... pero me encanta cocinar, lo adoro.

Esteban y Pablo no dicen nada. Entre ambos sostienen la bandeja hasta el borde de los restos de Gabriel.

ANA
¿Ya lo trajeron? Vaya que son buenos y ni siquiera se han manchado ¡Hasta pareciera que lo hubieran hecho antes!

Ana ríe y no deja de mover una gran cuchara de madera. Pablo y Esteban se ven el uno al otro sin saber que decir.

PABLO
¿Dónde lo colocamos?

ANA
¡En la olla! Usted es lo suficientemente alto para echar eso ahí sin necesidad del banquito. Yo que soy bajita, sí lo necesito, aunque dicen que el cuerpo no se termina de estirar hasta los 25 y yo apenas tengo 18 años ¿Qué tal?

Esteban y Pablo ignoran a Ana, la apartan con pura indiferencia y vierten los restos de Gabriel en la olla. El vapor impregna la cocina. Ya son las 2:05 de la mañana.

La mesa luce impecable. Siete platos blancos destellan bajo la lámpara de la cocina. Siete vasos brillan de pura claridad en sus cristales. Siete juego de cubiertos están esperando a ser utilizados. Isabel pone el servilletero cargado de servilletas en el centro de la mesa y parece que es la guinda en el pastel de la elegancia.

JUAN FERNANDO
No me gusta. Le falta algo...

ISABEL
Sí, le falta la comida. Mira, Juan Fernando, hemos arreglado esto ya como 30 veces, son las 2:10 de la noche y ya lo que quiero es comer. No me importa nada, ni la mesa ni lo que me vaya a comer.

JUAN FERNANDO
¿Y si le cambiamos el mantel?

ISABEL
No vale. Ese mantel esta bien, además, que lo vamos a quemar después de usarlo, así que mucho es usarlo para esta locura.... No me importa nada. La mesa se queda así.

Juan Fernando empieza a recoger los vasos.

JUAN FERNANDO
Quizás necesitemos copas para el vino. No podemos cenar a esta hora con cervezas.

Isabel se recuesta de la mesa. Con lentitud se vuelve a levantar y ayuda a Juan Fernando a cambiar los vasos por copas.

Son las 2:30 de la mañana. Orquídea levanta los brazos y cae agitada al sillón de la sala.

ORQUÍDEA
¡Lo logramos, chama! Quitamos la bendita mancha de la alfombra. Ahora nos tenemos que limpiar y después... después.. bueno... ya veremos que pasa después...

Orquídea se levantó del sillón antes de que la tristeza le atacara. Graciela, lentamente se puso de pie. Se limpió una lágrima y se llevó el tobo, junto a los trapos y los cepillos que usaron.

Juan Fernando pone la última copa en la mesa. Isabel se sienta de una vez en el mismo puesto en que se había desplomado anteriormente.

JUAN FERNANDO
No me gusta. Le falta algo...

Isabel mira fijamente su plato en silencio. Juan Fernando está a punto de agarrar una copa, pero desde la cocina entran Esteban y Pablo con la tremenda olla. Isabel les hace espacio en la mesa. La última en llegar es Ana.
Orquídea y Graciela se unen al grupo en el comedor.

ESTEBAN
Bueno señores... buen provecho.

La comida olía mejor de lo que los invitados esperaban. El caldo bañaba los trozos de carne amorfos que caían en cada plato. Pablo repartía grandes porciones. Graciela se apresuró a servir el vino que habían traído. El resto tomaba sus asientos sin emitir ningún comentario.

El reloj de la sala marca las 2:59 de la mañana. Los invitados estaban a punto de comer la última cena con Gabriel.

ESTEBAN
Las porciones son grandes para que no quede nada. Tenemos que comernos todo.

GRACIELA
¿Y si...?

ESTEBAN
(furioso)
¡Y SI NADA! A mi tampoco me agrada la idea, pero es la única que se nos ocurrió. Con esta cena nos estamos salvando nuestro futuro. ¡COMAN!

Cada uno inspeccionaba el pedazo que le había tocado. Nadie se atrevía a meter el primer mordisco. Ni Esteban que temblaba cuando tenía una pieza de carne en su cuchara.

Orquídea trata de contenerse, pero finalmente expulsa todo lo que siente en lágrimas.

ORQUÍDEA
¡No es justo Gabriel! Yo que peleé contigo por ver que íbamos a cenar y ahora, me vienes con esta de que tengo que cenar contigo a juro... esto... no se vale... yo te iba a decir... para vivir juntos... irnos de esta mierda de país... irnos a vivir a la mierda.

Graciela abraza a su amiga y se echa a llorar también.

GRACIELA
Yo hice todo lo posible, amiga mía, pero aquí nadie quiso entender. Ni tu quisiste entender. Literalmente, tendremos que tragarnos nuestro futuro.

Ana ya no sonreía, solo veía el pedazo de carne que tenía frente a ella, rodeado de caldo.

Juan Fernando cierra los ojos y se mete un bocado grande en su boca. Lo mastica, lentamente, abre sus ojos y todos lo están viendo. Excepto Ana que seguía concentrada en su plato. 

JUAN FERNANDO
Sabe... a... cochino...

Son las 3:36 de la mañana y el silencio toma la casa de Ana una vez más.

Hasta que Esteban ríe... Ruidosamente, ríe con todos sus pulmones. Pablo se deja contagiar, mientras mueve el sancocho que tiene enfrente con su cuchara, no para de reir. Isabel también ríe. Lo siguen todos los demás. Risas descontroladas que retumban el comedor.

Ana está seria. 

ANA
¡CÁLLENSE!

Todos la ven.

ANA
Al menos tengan algo de respeto. Ahora coman, porque no soporto ver a mi hermano aquí tirado más tiempo.

Uno a uno empezaron a llevarse los bocados. Isabel lo hizo con toda la velocidad que pudo, sin mirar a los lados. Pablo y Esteban parecían comer al mismo ritmo, tratando de no ver lo que pasaba en el resto de la mesa.

Graciela y Orquídea detuvieron varias veces el vomito dentro de sus bocas. Se ayudaron con los dedos en sus labios a contener la expulsión. Se miraban y se les volvía a activar las náuseas. El vino no duraba mucho en sus copas para tratar de tragar lo máximo que pudieran.

Ana comió un plato lleno de carne. Luego otro. Con el tercero no le entraba más comida. Y no quedaba más que comer.

Eran las 4:10 de la mañana y nadie hablaba. Juan Fernando luchaba con no dormirse, al igual que Isabel que se apoyaba en su hombro. Graciela y Orquídea estaban cabizbajas frente a sus platos. Esteban vio que no quedaba más en la olla. Pablo se llevó los platos a la cocina.

4:12 am. Esteban salió de la casa.
4:15 am. Pablo no dijo nada antes de irse.
4:16 am. Isabel se despidió sin mirar atrás.
4:18 am. Graciela abrazó a Orquídea. Luego se levantó y se fue.
4:19 am. Juan Fernando le dio un beso en la frente a Ana y salió de la casa.
4:31 am. Orquídea se levantó y salió de la casa.

Los padres de Ana abrieron la puerta de la casa a las 9:00 de la mañana y vieron a Ana dormida en una de las sillas de la mesa, donde solo quedaban copas y una gran olla sopera.

Ambos rieron. La delicadeza de la madre tocó la espalda de Ana, quien saltó de un solo brinco. Vio a sus padres y se fue rumbo a su cuarto sin soltar ni una palabra.

Eran las 9:10 de la mañana.

Los padres de Gabriel habían regresado a casa.

(FIN)