miércoles, 31 de julio de 2013

Seis (4)

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En el pasillo, Hermes, cuyas piernas blancas y delgados brazos parecían brillar en la oscuridad, respiraba profundo. Titubeó antes de tocar la puerta tres veces del cuarto de la morocha. Apenas pudo escuchar la voz de Julia desde adentro de la habitación invitándole a pasar.

Su corazón a toda máquina le impedía escuchar con claridad. Cada palpito retumbaba en todo el interior de su cuerpo. Amagó un poco al girar el pomo, pero luego lo logró.

Y no era la imagen que esperaba.

El aire acondicionado había enfriado con fuerza las paredes de la habitación de Julia, quien se convertía en un shawarma de sábanas sobre las grandes almohadas de su cama. Apenas Hermes podía apreciar algunos cabellos en la parte alta de la cama. Del resto, todo estaba cubierto con un edredón de color crema, similar al de las paredes.

La luz azul del televisor era lo único que alumbraba la estancia. Las cientos de fotos sobre el mueble de la computadora no se detallaban. Solo brillaban sus marcos.

Julia destapó una pequeña parte de su rostro y le sonrió a Hermes.

Julia
¿Qué esperas? Acuéstate ya. Mañana tienes que trabajar.

Hermes
Uno. No tengo que trabajar. Dos. No esperes a que me acuestes sin tener una cobija.

Julia (acelerada)
Ahí en la orilla de la cama tienes tu sabana. Disculpa que deje el televisor prendido, pero con el loco este dando vueltas intentaré dormir... pero con un ojo abierto. No soporto el silencio en momentos como este, se me llena la cabeza de pensamientos y pensar mucho, ahora no me ayuda para nada.

Hermes (poniendo sus lentes al lado del TV y tratando de calmar a la dama)
Entiendo, no tengo problema. Además, por más que me desvele me levantaré a las 6:30 de la mañana. Ya estoy acostumbrado.

Julia
Son las 10 de la noche ahora. Tendrás ocho horas justas para dormir, más que suficiente para que el cuerpo descanse y además, leí por ahí que es la cantidad de horas más saludable para...

Hermes (interrumpe mientras se arropa con la sabana blanca)
De hecho, estimada Julia, ese es un mito extendido en nuestra civilización. Un señor llamado Roger Ekirch realizó una investigación de 16 años en las que notó que el patrón de sueño de la sociedad se divide en dos periodos de cuatro horas. Es decir, podemos dormir cuatro horas, activarnos y pasar un buen rato despierto, antes de dormir la otra mitad del sueño partido en dos...

Julia estaba con la boca abierta, como siempre terminaba cuando hablaba con Hermes, quien parecía una enciclopedia infinita. Ya a estas alturas de su amistad debería no extrañarse por ese tipo de cosas, sin embargo, le sigue pasando.

Julia
¿Cómo...?

Hermes
Lo he leído en BBC Mundo. Es una nota interesantísima.

A Hermes le encantaba ver a Julia sorprendida. Sentía cosquillas en el estómago cuando veía la cara de estupefacta de la morocha. Por eso, siempre intentaba sorprenderla con este tipo de cosas. Por eso no pudo evitar verla fijamente y con una sonrisa de oreja a oreja.

Julia (con risa nerviosa)
¿Por qué me ves así?

Hermes
Bueno... eh... me gusta sorprenderte.

Julia (que no fue lo suficientemente rápida para tapar su rostro sonrojado)
Gracias... supongo

Acto seguido se tapó su cara, como el shawarma que había visto Hermes al entrar al cuarto.



Hermes se recostó y trató de olvidar lo sucedido viendo las imágenes en el televisor que, sin volumen, no eran más que una serie de movimientos sin sentido. El frío pareció haberse afincado en el cuerpo del flaco. Titubeó varias veces, su boca se movía pero no salían palabras. Finalmente pudo decir algo al tercer intento.

Hermes
No... pretendí... ponerte incómoda.

Julia asomó su cabeza con lentitud de entre el edredón y las almohadas.

Julia
Pues no lo has hecho... no ha pasado nada... duérmete ¿Vale? Que tenemos que aprovechar este momento para descansar... no sabemos que pueda pasar después.

Hermes
Sí... sí... yo solo... eh... bueno... pues...

La morocha estaba entre las disyuntiva de seguir escuchando a Hermes o volver a intentar dormir. Su corazón se había acelerado de pura ansiedad. Entre lo que iba a decir su amigo y el loco rondando la casa, no sabía lo que podía pasar en el siguiente instante.

Hermes
Yo... cuando estoy contigo... pues no coordino... no hablo bien y me vuelvo bruto... bueno... tu sabes lo que dicen

Hermes intentó sonreír. Julia lo miraba con atención y se encogió de hombros.

Hermes
Pues que lo único que hace inteligente a los brutos y brutos a los inteligentes es el amor.

Julia frunció el ceño. Luego soltó una carcajada. Sacó la parte de arriba de su cuerpo, que mostraron una conservadora piyama de nubes y lunas de manga larga. Vio que Hermes la veía diferente y ella, colocó su mirada más seria.

Julia
Hermes... ¿Cómo vas a hablar de amor si somos amigos? O peor... ¿Cómo vas a hablar de algo así dada la situación en la que estamos?

Hermes
Eh... Julia, cálmate por favor, es solo que... bueno, no he pensado, en fin, me pongo bruto como ya dije.

Julia
Bruto no... brutísimo ¿Qué creías? ¿Qué por estar cagada de miedo me iba a ir a tus brazo de héroe? Déjate las payasadas, amigo, por favor.

El flaco también se sentó en la cama para ver fijamente a los ojos a la morocha.

Hermes
¿Pero por qué dices semejante cosa sin sentido? ¿Crees que yo quisiera aprovecharme de ti? Julia, por favor, entiendo que no es el mejor momento. Pero mi sentimiento es sincero.

Julia (acelerando el ritmo otra vez)
Hermes, insisto, no me hables de amor... ni de sentimientos... cuando eres mi amigo. Y así es como te quiero. Valoro demasiado nuestra amistad como para estarla complicando con sentimientos. Ni siquiera me has invitado a cenar una vez y hablas de "amor" ¡Y en una noche en que un loco nos está acechando! Ni siquiera sabemos si Alfonso y Rafaela está bien y tu me sueltas esa perlita ¡Que falta de respeto!

Hermes (que ya empezaba a molestarse un poco)
Nunca hemos cenado porque me cuesta mucho invitarte, pero siempre te escucho, siempre estoy ahí para ti, siempre hablamos de nuestros planes. Siempre compartimos. Yo sí valoro esas cosas y creo que podemos tener algo más bonito que una simple amistad.

Julia (bajando el ritmo, intentando conciliar)
Nuestra amistad no es una simple amistad, cariño, nos tenemos tanta confianza... somos tan buenos amigos desde que tengo uso de razón... por eso no la quiero arruinar... además... ¿Qué te parece si... disfrutas tu soltería? Sal en las noches, diviértete con muchas mujeres... eres un soltero, apuesto, inteligente...

Hermes
Por favor, Julia, no me halagues que me haces más daño

Julia (intentando convencerlo)
... además, gozas de un buen puesto de trabajo. Anímate, no debe ser difícil comprarte un apartamento con el sueldo que ganas, además...

Hermes rompió en llanto. Una faceta que nunca había visto Julia, a pesar de conocerlo desde el jardín de infancias donde hubiera sido más fácil conseguirlo llorando. Pero no fue así, estaba en su cama, ya graduado de ingeniero y con la cara totalmente arrugada. Hermes intentó borrar las lágrimas con las palmas de su mano, respiró profundo...

... y habló...

Hermes
Me botaron.

Julia
Pero Hermes... ¿Cómo?

Hermes
Intenté explicarle como eran las cosas a los chinos que vinieron a inspeccionar el sitio. Los desgraciados no quisieron ni escucharme. Les dije sus cuatro cosas, que por invasores como ellos es que este país estaba como estaba... y el jefe vio todo. Me botó. Sin derecho a liquidación. Dice que no cumplí con mi trabajo. ¿Alguien me preguntó como había terminado de ir con lo de los chinos? Noooo... ustedes y su mania de internarse en sus rollos y no preguntar por los demás... pero yo sí pregunto... yo sí me intereso por los demás, de saber como están... al menos me preocupo por ti... y te escucho.

Julia intentó decir algo, pero no pudo. Hermes poco a poco bajó la intensidad de su llanto y al mismo tiempo se bajó de la cama de la morocha.

Hermes
...Yo... yo... disculpa... he estado fuera de lugar... tienes razón... yo dormiré en la sala... no pasa nada...

Julia
Hermes por favor, no te vayas... por favor, que no quiero que nos separemos y entre el loco ese a la casa y tu allá afuera... me preocupas... me haces sentir culpable.

Hermes
No tienes por qué sentirte culpable... he sido yo el único culpable de esto... me iré a dormir a la sala. No te preocupes... descansa....

Julia se quitó de encima el edredón e intentó bajarse de la cama, al mismo tiempo que Hermes agarraba los lentes de al lado de la TV y se los colocaba para salir, con la sabana blanca en mano.

Pero un ruido del pasillo lo detuvo. Ambos amigos quedaron paralizados.



La puerta se abrió.

Era Armando y Krystal. Ambos despeinados. El morocho tenía la mano en el pomo y con alerta dijo.

Armando
Hemos vuelto a escuchar la risa.

La carcajada maniática llegó hasta el pasillo. Sonaba como si estuviera más cerca de la casa.

Continuará.

viernes, 26 de julio de 2013

Seis (3)

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Armando salió tan rápido como pudo, tomó el celular de Alfonso de la escalera y volvió a la casa. Usó cada uno de los tres seguros de la gran puerta de madera tallada para reafirmar que estarían bien encerrados dentro de la casa de sus padres.

Julia abrazó a Krystal y caminaron a paso acelerado al cuarto de la morocha, que era la habitación más lejana de las ventajas de la casa. Armando y Hermes fueron detrás de ellas. El morocho fue el último en entrar al cuarto y cerró la habitación.

Armando se dejó caer al suelo, con su espalda rozando la puerta. Hermes se quedó parado en el minúsculo espacio entre la cama y el closet. Krystal se echó a la cama con Julia, ambas con sus manos agarradas y sin poder aguantar los nervios.

Pasaron unos cuantos minutos, que se volvieron eternos en un silencio tenso.

Armando
Si esto es una broma... y espero que sea así... es muy, muy pesada.

El frenético sonido de la música electrónica, proveniente del celular de Alfonso, hizo que los cuatro amigos saltaran del susto. Armando chequeó para ver de quien se trataba. La pantalla marcaba "Rafaela".

Armando
¿Aló? ¿Rafaela? ¿Aló?

Julia, Krystal y Hermes no le quitaban la vista de encima a Armando que se mantenía sentado en el piso. Su cara expresaba la confusión total que pasaba del otro lado de la línea. De golpe se quitó el celular de Alfonso.

Armando
Oficialmente estamos jodidos: tiene a Rafaela.

Hermes
Pero... ¿Cómo? ¿Por qué?

Julia
¡Yo sabía que algo andaba mal, estos no son juegos! ¿Pero qué te dijo?

Armando
No se entendió nada. Solo sonó la risa esa que nos ha jodido la noche. Eso es todo lo que sé.

Krystal
Chama... pero no entiendo nada... es decir... era más fácil agarrarnos a toditos aquí a esperar a que Alfonso se fuera, agarrarlo, después ir por Rafaela... después volver... es todo muy confuso.

Julia
¿Y si Rafaela fue la que volvió? Recuerda que ella me dijo que volvía y con lo porfiada que es ella.

Armando
En fin, eso no lo sabemos ahora. Lo importante es mantenernos juntos de ahora en adelante, si Krystal quiere un trago, todos iremos por el trago, si Julia quiere un sadwich de pera con chorizo, todos vamos por el sandwich, si Hermes quiere ir al baño...

Hermes (interrumpiendo)
Eh... estoy seguro que el acosador no estará en el baño, así que tranquilos... puedo ir solo.

El cuarto volvió a quedar en silencio y Julia lo rompió con una sonora carcajada. Armando y Krystal se contagiaron y por último Hermes se unió a las risas. Parecía que era la cura ideal, la pelirroja respiró profundo y soltó sus manos de Julia. La morocha se dejó caer en su cama y quedó viendo fijamente el techo. Armando se levantó.

Armando
Bueno, creo que es mejor llamar a la policía. Insisto en que sea una mala broma.

Hermes
¿Y qué le dirás a la policía? ¿Que tenemos dos amigos perdidos? Sabes que no te pararán ni media pelota.

Krystal
Podemos decirles que sospechamos de un secuestro, como está la inseguridad ahora sí nos pararán.

Armando
Tu eres abogada, Krystal, ¿No conoces ningún policía de confianza?

Krystal
No, Armandito, los que conocía los movilizaron a la capital. Creo que tendremos que intentar con el número de emergencia.

Hermes
Creo que no resultará nada bien.

Julia (todavía viendo al techo)
Creo que estás muy negativo, mi flaco. Relájate. Ven. Siéntate en la cama.

Hermes hizo caso con mucha timidez y de forma lenta se sentó al lado de Julia, quien no cambió su postura. Armando se puso en pie, marcó el teléfono de emergencia y esperó a que alguien atendiera. En lo que lo hicieron empezó a dar los detalles de lo que había sucedido hasta ese momento.

Krystal tomó el control del televisor de Julia y lo encendió, empezó a cambiar canales sin observar lo que estaba pasando frente a sus ojos. Julia volteó su cara hacia la pantalla. Hermes seguía cada movimiento de Armando, escuchaba cada palabra que otorgaba a la operadora, hasta que trancó el teléfono.

Armando
Bien, enviarán a una patrulla. Llegarán en 15 minutos.

Krystal (viendo su reloj) 
Son las 10:12 de la noche, así que a las 10:27 deberían estar aquí.

Hermes
Yo no estaría tan seguro... tu sabes como son los policías acá.

Julia
Ay, Hermes, deja el bendito tema de la negatividad. Es lo que menos necesitamos ahora.

Armando (interrumpiendo)
Bueno, bueno, vamos a hacer algo mientras esperamos. Metamos el carro de Hermes al garaje.

Julia se levantó de su cama echa una fiera. Sus ojos se habían vuelto rojos de pura rabia. Hermes saltó de golpe y Krystal resopló de puro fastidio.

Julia
¡Es que te has vuelto loco! ¿Quieres que nos termine de agarrar a todos?

Armando
No, lo que quiero es no darle más cancha al tipo. Relájate. Si dejamos el carro de Hermes ahí, le damos más chance de que tenga donde ocultarse, además si pasarán la noche aquí, no veo conveniente dejar el carro afuera toda la noche.

Julia (todavía fuera de sí)
¡Tampoco veo conveniente salir cuando no sabemos que está pasando allá afuera!

Hermes trata de calmar el asunto. Se interpone entre los dos hermanos.

Hermes
Ve, Armando, tienes razón... (antes de que la morocha hablara aceleró la ídea) y tu también tienes razón, Julia. ¿No sería mejor...? Digo... ¿...Si esperamos a la policía? Y ahí sí movemos el carro.

Armando (casi gruñendo)
Está bien, está bien. Pero cuando se trate de intentar dar ideas para subsistir a esta situación, no me llamen, que ya no daré más opciones.

Julia
Pues me parece muy bien, si tus opciones son las de entregarnos en bandeja de plata al loco ese que está allá afuera.

Krystal le subió el volumen al televisor. Un videoclip de música alegre rompió la tensión entre los hermanos. La pelirroja sonrió y agarró a su amiga por la espalda, la tiró a la cama. Hermes sonrió y Armando se quedó de brazos cruzados recostado a la puerta.

A Julia le costó sonreir al principio, pero luego se dejó llevar. Ambas cantaron a todo pulmón la canción que sonaba en el canal de música. Hermes se limitaba a observar a las chicas desahogando su rabia en la cama. 

El sonido de la patrulla fuera de la casa detuvo el momento de alegría. Los cuatro amigos salieron en grupo al frente y ahí estaba la patrulla de la policía con sus luces rojas y azules dando vueltas sobre el techo de la camioneta. Un oficial estaba recostado de la parte del frente del vehículo, el otro estaba en el portón de la casa de los morochos.



Andrés
Buenas noches, soy el oficial Andrés Suárez ¿Ustedes llamaron a emergencias?

Armando
Sí, oficial, yo fui quien llamó. Mi nombre es Armando y la cosa es que estábamos reunidos...

Mientras que el morocho daba detalles sobre lo sucedido, el otro policía echó un vistazo hacia la plaza del frente. No había nada entre esos banquitos de cemento y arbustos de gran tamaño. Ni siquiera un gato callejero.

Andrés
Entiendo. Entonces usted tiene el teléfono de su amigo... ¿Hay algún familiar de ellos que podamos contactar a esta hora?

Armando
Bueno, los dos viven solos. La mamá y el papá de Rafaela murieron cuando era niña y Alfonso no le habla a su familia... así que no sé a quien pudiéramos contactar.

El oficial sacó una tarjeta de su bolsillo, ahí estaba su número celular y su correo electrónico. Mientras que Julia abrió el portón blanco del garaje para que Hermes metiera su carro, justo detrás de la camioneta de Armando y al lado del corsa de Julia. 

No había espacio para el malibú de Krystal, pero poco le importó a la pelirroja dejar su carro afuera. Tenía un sistema de seguridad muy bueno.

Andrés
Si sabe de algo, no dude en llamarme. Nosotros vamos a monitorear el lugar esta noche y daremos una vuelta entre esta casa y la casa de sus amigos. Que tengan buenas noches.

Armando
Gracias, oficial.

Los cuatro amigos volvieron a la cocina de la casa. Buscando como sería el plan.

Julia
Creo que no todos cabemos en mi cuarto, así nos gustaría, tenemos que descansar.

Hermes
Eso me preocupaba a mi (suelta una risa nerviosa) ¿Cómo haríamos?

Krystal
Si fuera una situación normal, les diría para que las mujeres durmiéramos en el mismo cuarto, pero no creo que sea provechoso con el loco suelto.

Julia
Tienes toda la razón, Krystal. Te voy a prestar algo para que duermas más cómoda. 

Las damas salieron en dirección al cuarto de Julia. Armando y Hermes las siguieron, pero en el pasillo doblaron hacia el cuarto del morocho.

Armando
Bueno, mi pana, parece que tendré que prestarte algo para que duermas con mi hermana... ¡Cuidado con una vaina!

Hermes
Nojombre, Armando, ¿Tu crees que con un loco acechando pudiera tener una erección? ¡Que va pana!

Ambos ríen y entran a la pieza del morocho. Una ventana daba hacia el patio de la casa. Las paredes eran blancas y una cama individual estaba pegada a la pared. Frente a ella había un gran escritorio con una enorme computadora, cuya pantalla cubría casi todo el cuarto.

Armando abrió el closet y sacó del último compartimento unos shores y una franela blanca.

Armando
Creo que esto será más que suficiente para ti. Somos amigos de toda la vida, pero no creo que tengamos el nivel de prestarnos los interiores.

Hermes se empezó a vestir lo más rápido que pudo. Armando se tomó la cosa con calma, se quedó en sus boxers azul marino y ya su amigo estaba vestido. Unos golpes en la puerta del cuarto interrumpieron el momento.

Krystal
¿Se puede?

La pelirroja ya había entrado, vistiendo un mono azul y un guardacamisa blanco con una almohada en sus manos. Ahí estaba Armando, totalmente desprevenido. Intentó no darle importancia al asunto mientras desesperado buscaba un short.

Hermes
Eh... bueno, que descansen. Me voy rápido a la habitación con Julia... bueno, por lo del loco... ¿No? No es por otra cosa... yo...

Krystal
¡Ajo, Hermes! Estas loquito por pasar la noche con el amor de tu vida. Si tienes chance dile que la amas ¡Eso le encanta a las mujeres! (ríe)

Hermes se retira de la habitación, con su ropa en una mano y con la otra le muestra el dedo del medio a la pelirroja.

Armando se termina de vestir y Krystal acomoda la cama. 

Krystal (sacudiendo la sabana)
¿Y aquí cabemos los dos?

Armando
Sí... bueno... no... bueno cabíamos cuando eramos chamos.

Krystal
Cuando éramos chamos yo pesaba como 10 kilos menos.

Armando
¡No hables paja, vale! Que te ves muy bien así como estás.

Ambos sonrieron, pero no dijeron nada. Armando volvió a su armario, y desde un compartimiento superior, sacó un sleeping bag de color amarillo. Lo acomodó entre la silla del escritorio y el frente de su cama, donde Krystal ya se había acostado viendo hacia la pared.



Armando
Buenas noches.

Krystal
Buenas noches, Armando

El morocho apagó la luz y solo se vio el reflejo de los focos que provenían del patio. Entró como pudo en el sleeping bag y se quedó viendo el techo.

Krystal
Es raro... todo esto... es raro

Armando
Sí, bueno, a mi tampoco me había acosado un maníatico antes.

Krystal
No, tonto... desde que almorzamos la semana pasada no hemos vuelto a hablar tu y yo... solos ¿Me has estado evitando?

Armando
¿Cómo evitarte si vienes todos los fines de semana a mi casa... fastidiosa?

Ambos rieron. Krystal volteó su cuerpo para quedar frente a Armando, excepto por la distancia que había del suelo a la cama.

Krystal
Sí... yo seré la fastidiosa. Al menos yo no tengo años planeando un almuerzo ¡Imaginate cuando volvamos a hablar en privado pasarán como cinco años más!

Armando
Estás agrandada porque te confesé que te quería invitar a almorzar desde que empezamos en la universidad.

Krystal
¿Y qué tiene de malo? ja, ja, ja, además, pasaron cinco años para que me invitaras a almorzar

Armando
¿Y qué iba a hacer? ¿Que rompieras con Oscar? ¿O invitarlos a los dos?

La pelirroja volvió a reir. Sus ojos brillaban en la oscuridad, o al menos así le parecía a Armando cada vez que se veían.

Krystal
Ay... Oscar... ese perro... pero bueno, él es historia pasada. Hablemos del futuro ¿Pa' cuando hablamos?

Armando
Estamos hablando ahora ¿O no?

Krystal
Estamos hablando ahora porque un loco sádico no nos deja opción. Si esto no hubiera pasado, yo estaría en mi casa durmiendo ya. 

Armando
¿Durmiendo tu a esta hora? A esta hora estaríamos escuchando los cuentos de los culos del gimnasio de Alfonso, esa es una fija en cada reunión.

Krystal
Ja, ja, ja, sí, ojalá no le haya pasado nada al loco y mañana lo veamos. Sonriente, echador de vaina, con sus cuentos que parecen de otro planeta. De sus masajes sabrosos en la espalda, que solo él sabe dar cuando estamos en mucho stress.

Armando
Sí, el pana de verdad que es muy atento, ¿Sabes una vez se me acercó preguntándome qué me pasaba? Le dije que nada... pero que va, fue inútil, siguió preguntando hasta que terminé desahogándome con él. Lo de no conseguir trabajo me tiene bastante golpeado.

Krystal
Sí... él... y Rafaela. Los dos son muy sensibles, saben cuando uno se siente mal. El otro día Rafaela me brindó unos tragos porque sabía que no me había ido nada bien en los tribunales. Me vio la cara de molesta en la calle, no se la pude ocultar. Al final se montó en el malibú y me llevó a un sport bar en el centro. Yo hablé casi por tres horas seguidas. La chama no me interrumpió ni una vez... y pagó la cuenta... sabes... ella con la poquita plata que gana en la escuela, no le importó pagarme la cuenta...

Ambos suspiraron, con sus miradas en el techo, esperando porque sus amigos estuvieran bien.

Krystal
Cuando termine todo esto... cuando veamos a nuestros amigos y le demos un abrazo... tu me llevarás a algún sitio... y hablaremos. Hablaremos mucho, sé que tenemos mucho de que hablar.

Armando
Me parece justo...

Ambos permanecieron en silencio. Sin decir una palabra.

A lo lejos, la risa macabra retumbó hasta llegar a sus oídos.

Continuará...

jueves, 25 de julio de 2013

Seis (2)

Para leer la primera parte, dale click aquí



El silencio había tomado por completo la cocina. Alfonso y Armando se asomaban hacia la ventana del patio. Rafaela y Julia abrazaban a Krystal, en la pared opuesta a los grandes vidrios que dan hacia la parte de atrás de la casa.

Armando
Creo que veo algo al lado del lavadero, pero no estoy seguro que...

Vino otro ruido inesperado desde adentro de la casa. El sonido característico de la bajada de agua de una poceta. El baño estaba justo al lado de la sala, desde donde se escucharon pasos.

Esta vez, las muchachas pasaron a estar en el ventanal y los hombres se acercaron a la puerta de la cocina. Armando estaba al frente, detrás de él Alfonso no podía evitar que su cuerpo temblara con tanta fuerza. Las muchachas hacían un gran pelota humana entre brazos, cabello y muchos nervios.

Los pasos se iban acercando cada vez más, hasta que apareció la delgada figura en la cocina.

Hermes
Se me cayó el celular en la sala, ¿alguien lo ha agarrado?

Todos respiraron aliviados, Julia le intenta devolver el celular, pero su mano tiembla mucho. Hermes agarra con sus dos manos para intentar calmarle al mismo tiempo que recuperaba su teléfono.

Alfonso no aguantó más.

Alfonso
¡¿Tu eres loco?! ¡¿Por qué no avisaste que ibas al baño?! ¡Estábamos cagaos, marisco!

Hermes
Pero si no ha pasado nada. Iba a subir, pero me dieron ganas de ir al baño. ¡No sabía que tenía que pedir permiso a estas alturas de nuestra amistad!

Hermes respondió con sus brazos cubriendo a Julia, en un intento fallido de que se calmara. Krystal toma un trago de un solo golpe y habla, mientras se coloca la cartera para irse.

Krystal
Hermes, la risita del loco que escuchamos afuera la escuchamos del patio también. O sea, que no es para estar tan relajados como tu. Yo me voy, no aguanto un susto más esta noche. Morochos, avisen si pasa una vaina más. Rafaela, no creo que sea bueno que te vayas caminando, vente conmigo. Armando... abre.

Armando vio la llave en su mano y no quería usarla, primero que le parecía inseguro que Krystal se fuera sola. Por otra parte, tenía días queriendo hablar con ella... a solas.

Armando
Pero Krystal, Rafaela, ¿Por qué no se quedan esta noche? Creo que no es muy seguro que se vayan solas, si es que hay alguien por aquí queriendo echarnos vaina.

Alfonso
Yo no sé ustedes, yo sí me voy. Mañana tengo una clase que dar a primera hora. ¿Qué harán ustedes?

Hermes
Yo me quedo. Cualquier cosa, es mejor estar aquí por si acaso vuelve el señor sonrisas.

Rafaela
Yo... yo me tengo que ir, chicos... yo... tengo clases, a las nueve de la mañana. La escuela me va a botar si sigo faltando los viernes en la mañana... yo... sí... yo me voy... ¿Contigo Krystal?

La pelirroja vio por unos segundos a su alrededor, respiró profundo, giró su cabeza hacia arriba y soltó su cartera.

Krystal
Creo que Armando tiene razón. Me quedo.. Además, así tengo una excusa para faltar al trabajo mañana. Voy a llamar a mi mamá para que no se preocupe.

Alfonso se armó de valor, sacó la llave de su carro y le dio la orden a Armando, quien no dudó, en esta oportunidad, de abrir primero la puerta y luego el portón. Detrás de él, salieron como unos caballos Alfonso y Rafaela.

Julia
¡Escriban cuando lleguen a sus casas, por favor!

Rafaela
Sí... ¡Nos vemos mañana!



Rafaela se metió en el carro de Alfonso y este apretó el acelerador hasta el fondo. Ante la mirada de Krystal, Julia y Hermes, Armando caminó hacia la casa desde el portón.

La risa estridente volvió a sonar.

Sin ver para atrás, Armando aceleró el paso y entró a la casa. Cerró la puerta y en la sala de su casa, rodeada de animales de vidrio, estaban los amigos temblando.

Hermes
Creo que lo más prudente sería esperar un rato. Sin separarnos. 

Krystal
Estoy de acuerdo con Hermes, pero vamos a la cocina. Al menos estaremos lejos de la calle... y necesito tomarme otro trago.

Julia
No me parece, Krystal, ya has tomado mucho, tenemos que estar bien pilas si eso que está allá afuera intenta entrar.

Krystal
¡Ay deja la gafedad, Julia! Mira que no tengo tiempo para hablar, voy a la cocina.

Julia
Yo voy a estar en mi cuarto. Hagan ustedes lo que quieran.

Hermes y Armando se encogieron de hombros. El morocho siguió a Krystal y el flaco se fue detrás de Julia. Para Armando era una gran oportunidad de hablarle del tema que quería conversarle desde hace un tiempo a Krystal. Para Hermes cada minuto con Julia eran valiosos.

Julia entró en su cuarto y casi le cierra la puerta en la cara a Hermes, quien buscaba calmarla una vez más con una sonrisa que ocultaba cualquier rastro de nervios o inseguridad.

La morocha se lanzó en su cama que rozaba con las paredes de color rosado pálido. Se veía mínima en esa sabana de almohadas y peluches. Hermes estaba parado al lado del televisor. Con su mano derecha lo encendió.

Hermes
Tienes... tienes... tienes que distraerte un poco. Estás muy tensa.

Julia
No puedo pensar en otra cosa ahora, Hermes. ¿Qué le pasará a Alfonso que no llama? Ni que viviera en China para tardar tanto ¡Lo voy a llamar! 

Julia toma su teléfono celular con rápidez. Sus dedos van directamente a la pantalla y con decisión marca el número de Alfonso. Mientras que Hermes se sienta con tímidez en el borde de la cama. Están dando un programa de hombres medievales que cabalgan dragones el cual le hipnotizaba por completo.

Julia
Alfonso no responde... 

Hermes (con total atención en la pantalla del televisor)
Llama a Rafaela. A lo mejor no responde porque está manejando.

Sin responderle a Hermes, Julia marcó el teléfono de Rafaela. Fueron los dos tonos de espera más largos que haya sufrido en su vida.


Rafaela
¿Qué pasó, mujer?

Julia
¡Rafaela! ¿Están bien?

Rafaela
Bueno, yo sí, Alfonso voló para acá. Me dejó aquí como hace 10 minutos. ¿Y ustedes están...?

Julia
¡Mierda, chama! Alfonso no responde. 

Rafaela
Marisca, cálmate, ya voy para tu casa otra vez.

Julia
No, no, no, quédate en tu casa. Ya te llamo.

Julia trancó el teléfono y de un solo salto estaba en la puerta de su cuarto. Le agarró la mano a Hermes y salieron disparados a la cocina. Atravesaron la sala y llegaron a donde estaban Krystal y Armando, sentados en taburetes, disfrutando de un trago. Ambos voltearon hacia Julia con los ojos del tamaño de unos huevos fritos.

Julia
Alfonso no responde. Lo llamo y no responde. Ay chama, todo esto me da mala espina.

Armando abrazó a su hermana y buscó en su bolsillo su celular. Lo sacó y marcó el contacto de Alfonso. Desde afuera de la casa provenía el ringtone favorito del instructor de fitness, una música electrónica de ruidos saturados.

El morocho vio a Hermes y le hizo una seña para que lo acompañara a caminar hacia la sala. Detrás de ellos iban las muchachas. Krystal no soltaba su trago y Julia se aferraba a su teléfono.

A medida de que iban avanzando, el sonido del celular se hacía más fuerte. Con lentitud, Armando abrió la puerta de su casa. Y ahí estaba, en el tercer escalón del piso de cerámica del frente de casa de los morochos, estaba ahí puesto con cuidado... el celular de Alfonso.

Continuará...