lunes, 21 de julio de 2008

Consejos fílmicos para artistas marciales

extraída de www.photosig.com

Después de ver una serie de películas de artes marciales, uno puede sacar las siguientes conclusiones:

1.- Los viejos orientales siempre son sabios, usan bigotes largos y caminan lentamente. Mientras que los jovenes occidentales siempre son estúpidos, usan el cabello desordenado y son impulsivos.

2.- Generalmente la cuestión de un artista marcial es romper con las reglas, destruir todo lo que está impuesto, por lo tanto siempre terminan peleando contra grandes ejercitos o masas de maleantes contra ellos.

3.- Siguiendo el punto anterior, si tu eres parte del ejército, mejor será que huyas, porque cuando se está solo es que se pueden patear traseros.

4.- No existen parejas interraciales. Si eres occidental, nunca te podrás quedar con aquella oriental de mirada lujuriosa. Ni siquiera un beso le puedes dar. Injusticia.

Esto es lo más cerca que va llegar el pana. Pobre.

5.- No importa cuanto tiempo llevas entrenando, podrás dominar un arte marcial en días si tan sólo tienes una misión de vida o muerte en poco tiempo.

6.- Si eres asiático, date por muerto, porque los gringos en sus películas son quienes salvan la patria por encima de los malvados (que generalmente son asiáticos) y en las películas asiáticas, todos mueren al final (buenos, malos, extras, director, etc).
Po (el panda) sólo entrenó un par de días. Sus compañeros toda su vida. ¿Quién es el protagonista principal?

Espero que si practicas algun arte marcial, esto te ayude en tu carrera. Adios (bomba de humo)

mynameisteo@yahoo.com

domingo, 13 de julio de 2008

Ya es mediodía sangriento!


Jean Claude Van-Damme se cansó del mundo de las películas y ahora se une al mundo de los Lates Shows...

Claro que sí, el mismo actor de Contacto Sangriento, Deporte Sangriento, Venganza Sangrienta y La casa de la Pradera Sangrienta, viene ahora con un Late Show exclusivo para televisión, como es YA ES MEDIODÍA SANGRIENTO!.

El único late show que se transmite temprano, al mediodía, con invitados de lujo como Steven Seagal y su banda, Chuck Norrys, Wesley Snipes, El Gigante González, Liu Kang, Sub Zero, Mr. Satan y muchos más.

Con concursos y sketches, que harán pasar al público en vivo y a la teleaudiencia reirse a patadas, puños, proyecciones, luxaciones y rompeduras de cuellos.

También habrán bandas en vivo compartiendo en YA ES MEDIODÍA SANGRIENTO! como Chung Li y la banda cero, Pastor Lopez con su exito "golpe por golpe yo pago", Bloodhound Gang, entre otros.

No te puedes perder este LateShow al mediodía por tu canal preferdio, SONYA Entretenimiento Televisivo.
mynameisteo@yahoo.com

martes, 1 de julio de 2008

PJ Sánchez (II PARTE)

- Johnatan González, un gusto verte hermano.

- Hola viejo amigo. De verdad que es un gusto verte. ¿En qué te puedo ayudar? ¿A quién vamos a atrapar? Con tal de que no sea a mi jíbaro, todo bien, jo, jo.

- Tranquilo hermano, estoy buscando alguien que pasó corriendo por acá…

- ¡Tanta gente! Sabes como es la cosa de aglomerada cuando es quincena hermano.

- Cierto, pero este tenía pinta de trotador y llevaba un suéter gris. ¿Qué me puedes decir?

- ¡Ah! Claro hermano, yo estaba atendiendo a un cliente en ese momento, cuando vi que pasó corriendo, cruzó la plaza y desapareció.

- ¿Desapareció?

- Como el viento hermano… se desvaneció.

- Gracias Johnatan. Vamos Charlie.

La desaparición del asesino había sido muy extraña. Cruzamos la plaza y llegamos a otro estacionamiento que quedaba frente a dos edificios y más adelante un conjunto residencial.

- Pudo haber agarrado para cualquiera de estos edificios y esconderse ahí. O haberse metido en las casas que están detrás de ellos.

- O ninguna de las dos opciones, Charlie Boy… vamos a devolvernos un momento.

Nos devolvíamos con linternas en mano, buscando algo que nos pudiera llevar a una pista. Estábamos cruzando la plaza y justo en la mitad, llegamos frente a la fuente de agua que tenía años apagada. Un charco de agua mohosa era todo lo que había dentro de ella.

- Mira esto, déjame ponerme otra vez los guantes y verás.

Tenía una teoría interesante que logré respaldar. En la fuente de agua logré sacar un pantalón negro y un suéter gris con capucha. Concordaba con la descripción de los testigos.

- ¿Cómo te diste cuenta P.J?

- Fíjate que el agua está mohosa en todas partes de manera uniforme. Esta plaza tiene años sin ser limpiada. Y mira como esta parte está sin moho. El asesino no desapareció. Simplemente se cambió de ropa y por eso Johnatan lo confundió entre las personas. Ahora, si no tenía un bolso, tenía la muda de ropa abajo.

- Podía tener cualquier cosa. Un traje formal. ¡Que sé yo! Recuerda que se perdió entre la multitud.

- Pero Charlie Boy, según nos dijeron los testigos, corrió muy rápido. Fue ágil… debió de tener una muda cómoda, ¿y qué se puede llevar debajo de un mono y un suéter sin llamar la atención?

- Una franelilla y un short. Pero igual llamaría la atención.

- No, si hay varias personas vestido igual que él. Recuerda, eran las seis de la tarde, quincena… quizás no era un short, sino una licra… una licra de gimnasio. A las seis de la tarde mucha gente termina la jornada y se va a ejercitar un poco.

- Claro. Tienes razón. Y mira lo que hay en aquel edificio. Cruzando el estacionamiento. Un gimnasio.

Después de esperar a que llegara la gente de la policía científica, para ver si conseguían algo más que ropa en esa olvidada fuente, nos fuimos a hablar con los encargados del gimnasio.

En el tercer piso frente al estacionamiento de la plaza había un gimnasio pequeño, con sus caminadoras, bicicletas fijas, multifuerzas entre otras cosas.

Un catire, mucho más alto y corpulento que el vecino de al lado, nos atendía en la recepción con los brazos cruzados y un uniforme de instructor del gimnasio.

- No mi amor, yo he estado toda la tarde aquí y no ha venido nadie con esas descripciones.

- Pero ¿Usted está solo aquí? Digo, ¿no hay un gerente o una secretaria aquí?

- ¿Qué te puedo decir, corazón? Somos un gimnasio pequeño.

- Ya veo. La persona que buscamos debía de utilizar bermudas o pantalones cortos ajustados y una franelilla ajustada.

- No, que va. Mire, vea, allá Marcos vino en mono, aquél y aquél señor que están usando shores se cambiaron aquí y le digo por que los vi.

- ¿Y aquella señorita?, tiene una licra muy corta y una franela ajustada.

- Ah, fíjese usted. Yo no la vi llegar. Creo que se cambió aquí.

- Disculpen que los interrumpa, pero ¿tendrá cámaras este gimnasio?

- Lo que le estaba diciendo a su compañero. Este es un gimnasio pequeño. ¡disculpen! El teléfono está sonando…

Creí que habíamos dado con la persona indicada. Al menos que tuviera una muda de ropa, la única muchacha en aquel gimnasio estaba usando unas prendas que podían ir fácil debajo de un pantalón deportivo y un sueter.

- ¿Hablamos con ella P.J?

- Eso es correcto. Vamos a ver qué nos puede decir.

Nos acercamos a la joven mientras esta alzaba pesas acostada sobre la plataforma. Era obvio que no pertenecíamos a ese entorno y nuestros uniformes de detectives nos delataban a leguas. Todos parecieron darse cuenta, menos nuestra futura entrevistada.

- Buenas noches, mi nombre es Carlos Boy. Somos de la policía municipal, ¿podemos hablar con usted un momento?

La joven no dejaba de alzar y bajar la barra con las pesas de una sola rueda por lado.

- ¿Pueden esperar a que termine? Sólo me tomará… unos… minutos… y disculpen… no me puedo detener…

- Está bien, señorita… ¿?

- Luciana. Ya estaré… con ustedes…

Esperar por una sospechosa que ni siquiera pudiera tener algo relacionado con un suceso que pasó hace una hora a escasos cien metros de donde estábamos, pudiera ser considerado una perdida de tiempo. Pero había algo que me enganchaba con ella, la había visto antes y no recordaba donde. Se me hacía tan familiar que no podía quitarle la mirada de encima. ¿Dónde había visto a esta escultural morena de cabello largo, liso y de nariz puntiaguda?

Una llamada interrumpió mis pensamientos. Contesto. Era la gente de la policía científica preguntándome si quería algo más. Que ya se estaban llevando las evidencias hacia el laboratorio.

- No, más nada. Cualquier cosa les aviso. Estoy por hablar con alguien por aquí cerca.

- Copiado Sánchez, ya nos estamos llevando el sueter, el pantalón y la pistola.

- ¿Qué pistola, Jorge?

- Pensé que la pistola la habían conseguido ustedes también. Se halló la posible arma homicida en el fondo del estanque.

- Huellas dactilares borradas. Al igual que cualquier evidencia en la ropa. ¿no?

- Ni tanto. Vamos a examinar con detenimiento el sueter y el pantalón. Quizás podamos conseguir algún cabello o algo. En cuanto a la pistola. Sí, no creo que consigamos mucho ahí.

- Está bien, Jorge. Buen trabajo. Estamos en contacto. Llámame cualquier cosa.

Charlie Boy había conseguido un amigo, el recepcionista parecía estar más interesado en hablar de él que de lo que había visto. Me alegra que Charlie haya conseguido un amiguito. Pero no estoy seguro si el recepcionista quiere sólo su amistad.

- ¿En qué lo puedo ayudar detective?

Luciana había interrumpido mis pensamientos. No había notado sus ojos marrones claros. Vaya que hermosa mujer. Pero aún tenía el eco en mi mente de que la había visto en otro lado.

- Estamos averiguando acerca de un suceso cerca de aquí y simplemente nos estamos cerciorando de algunos detalles. ¿Usted a qué hora llegó al gimnasio más o menos?

- Llevo aquí alrededor de una hora y media…

- Entiendo. ¿Viene todos los días a una rutina especial?

- Sí, bueno, no todos los días. Tres veces a la semana. Estoy en el equipo de atletismo de ALUVEN. Participaré en los Juegos Interempresas la próxima semana.

- Entiendo. Pero para una atleta como usted, ¿no es sobrecargarse de ejercicio una hora y media?

- ¿Qué quiere decir?

- Digo que para alguien como usted necesitaría sólo 45 minutos para ponerse en forma. No debería sobre entrenarse de esa manera teniendo tan cerca la competencia.

- ¡Oh lo siento! Ahora soy sospechosa de asesinato por ¿entrenar demasiado? Le digo que llevo una hora y media.

- Y yo le digo que es mucho entrenamiento. El problema es que yo no le dije a usted que estábamos investigando un asesinato.

Luciana había perdido la seguridad en su mirada y en su tono de voz. Charlie Boy había abandonado la conversación con su amigo y se había acercado con nosotros y había escuchado los dos últimos párrafos.

- ¿Cómo supo que estábamos investigando un asesinato?

- Bueno… lo supuse, escuché un disparo temprano y pensé que eso era…

- Me sigue pareciendo curioso sus habilidades señorita Luciana. No me explico como pudo escuchar un disparo en este ambiente, digo con todas las máquinas y el techno sonando tan duro.

- Creo que nuestra conversación se acabó. Si quieren hablar conmigo hablen con mi abogado.

De regreso a la oficina, Charlie Boy iba manejando mientras yo iba examinando la tarjeta que nos dio Luciana. No podíamos detenerla porque no teníamos pruebas sólidas para llevarla a la comisaría.

-¿Qué tanto observas P.J?

-Es curioso. Este apellido. Peters. Creo haberlo escuchado antes. Es curioso.

- Claro que lo has escuchado antes. Peters es el apellido del “José”. ¿Recuerdas que era guyanés? ¿Joseph Peters? Por eso es que le dicen “el José”.

- ¡Mierda! ¡Es cierto! Da la media vuelta. Vamos a buscar a esta señora. Es la esposa y que casualidad que sabía demasiado.

De inmediato Charlie Boy dio la vuelta en el semáforo y para cuando habíamos llegado al gimnasio Luciana había desaparecido.

- Pero no se preocupen mis amores, que ya sé cuál es su carro. Se fue en un corsa blanco.

- Gracias caballero. Cualquier cosa nos contacta.

No sería fácil conseguir un corsa blanco en particular, así que llamé al capitán y di las instrucciones de buscar un corsa blanco en la ciudad. Muchos taxistas usaban este tipo de auto y no sería fácil. Pero no estábamos solos en la búsqueda.

- ¿Para dónde vamos Sánchez?

- Dale hacia Castillito. Si Luciana piensa huir, tendrá que ir por sus cosas primero.

Éramos un bólido de formula uno tratando de cruzar un ganado lento de vacas en medio de la vía. El cielo estaba oscuro y las calles eran iluminadas por los postes. Recordamos que la ciudad estaba en el caos de una quincena.

La suerte nos sonreía. Cerca del centro de la ciudad, llegando a nuestro destino nos conseguimos con el corsa blanco. De espaldas reconocimos a la sospechosa.

Llamé al jefe. Le avisé que la teníamos cerca y nos envió refuerzos. Aceleramos el paso y ella nos reconoció. Era fácil observar que un carro rústico de la policía te estaba siguiendo.

La persecución comenzó llegando a la avenida principal del congestionado Castillito. Yo seguía llamando a cada rato al capitán para ser más exactos y que esos refuerzos llegaran pronto.

Uno de los semáforos nos ayudó. Encerró al corsa blanco y nosotros estábamos a tres carros de distancia de ella. Me bajé con la pistola en mano, unos peatones se asustaron y no fueron los únicos, Luciana se bajó del auto y empezó a correr.

Le grité que se detuviera, pero sus piernas fueron más rápido. El corsa en medio del tráfico había retrasado a mi compañero, pero pronto logró zafarse entre los carros y pasar hacia donde estábamos nosotros.

De seguro esta mujer estaba en el raking de las atletas más rápida de la zona. Cerca de cansarse sus piernas le daban más rápido, yo trataba de mantenerme en el trote, pero estaba fuera de forma.

Charlie Boy es Schumaher detrás del volante. Colocó el rústico frente a ella y antes de que intentara saltar por encima del capó del carro, Charlie Boy se le había lanzado encima y pronto la dominó. Yo llegué a los dos segundos jadeando.

- ¿Por… por qué huye señorita Peters?

- Esto…esto es acoso… usted lo sabe.

- Lo único que sé es que es la esposa de Joseph Peters y no nos dijo nada al respecto.

- ¿Qué podía decirles de ese infeliz? Me alegro de que esté bien muerto.

- Una vez más su lengua es su castigo Señora Peters… nunca le dijimos que su esposo estaba muerto.

Las sirenas policíacas siempre llegan cuando el homicida está bajo control y esta vez volvió a ser así. Uno de los oficiales se llevó a Luciana ante la mirada perpleja de peatones y vendedores ambulantes.

- Buen trabajo oficiales. Ya puedo calmar al dueño del banco, que quería colocar que había sido un intento de robo y le diremos que fue un crimen pasional.

- Ni tanto jefe. La cosa fue que Luciana Peters frustró un atraco. Estaba cansada de vivir con un criminal y ya lo había convencido de que se saliera de esa vida. Justo cuando “el José” estaba apunto de volver a las fechorías su esposa lo descubrió y lo asesinó.

- Sólo le quería dar un buen susto, le dijo a P.J, pero se le pasó la mano.

- Entonces muchachos, a la final el gerente sí tenía razón. Por cierto que balística determinó que el arma utilizada concuerda con la bala del cadáver.

- Sólo necesitamos la confesión de Luciana y cerraremos el caso.

- Hay que ver las cosas que hace una mujer por justicia, ¿no P.J?

- Así es, Charlie Boy. Para detener a un criminal ella misma se convirtió en una criminal.

Cuando se solventan las cosas, ya ver hacia atrás pareciera que todo fuera más fácil. Pero en nuestro trabajo, cada día el reto es mayor. Vamos a ver que nos depara mañana, porque cuando salga el sol, “mañana será otro día”.

FIN

Teodoro Jansen Sánchez

16 de junio 2007

mynameisteo@yahoo.com

domingo, 29 de junio de 2008

Primer cuento de PJ Sánchez (Parte I)

P.J Sánchez en

Justicia con pasión

Estaba sentado en mi oficina, esperando que las horas se consumieran para terminar de cumplir con el horario de la oficina, al conserje le molestara que me fuera antes de las seis, no sé la razón exacta, debe ser alguna manía de una persona como él que ya rozaba los 80 años de edad.

Revisaba mi correo, adelantaba todo lo que podía de algunos casos archivados, en el olvido, pero siempre era bueno echarle una segunda ojeada, algún detalle que haya quedado por ahí, una pista que nos diera ese cierre definitivo…

Ya comenzaba el turno de la noche y estaba esperando por mi compañero que le tocaba la guardia nocturna, pero el silencio frío, sólo alimentado por el aire acondicionado, fue interrumpido por la radio que llamaba a todas las unidades disponibles.

Mientras trataba de entender que decían en la radio, sonó mi celular con una conocida canción rock and rollera, la cual estaba signada si me llamaba el capitán, era obvio que iba a entrar en acción.


-
Aquí Sánchez.


- Sánchez, venga a Alta Vista. Ha pasado algo extraño y quiero que usted se ponga a cargo.


- Voy saliendo capitán. ¿Qué parte de Alta Vista?


- En Macro Centro. En el Banco Nacional. Apúrate. Ya hay muchos uniformados aquí.

Agarré la chaqueta que descansaba sobre la silla, hecha de un negro intenso de cuero y unas letras amarillas atrás delataban mi trabajo, “detective municipal”. Mi pistola estaba enfundada en mi cintura, mis blue jeanes estaban secos y mi camisa también, en ese momento entró el compañero de la guardia nocturna.


-
Charlie boy, estoy saliendo hacia el Banco Nacional en Alta Vista. ¿Me acompañas?


- ¿Por qué no? Sabes que en esta ciudad no hay muchas ocasiones en que nos llamen a la calle. Me voy tomando el café en la vía.


El asfalto estaba húmedo. Había caído un torrencial aguacero unos segundos antes de salir del edificio, el cual era una dependencia de la Comisaría Municipal, pero por alguna razón nos habían colocado a nosotros ahí, en el centro de la ciudad.

Todavía caían unas tímidas gotas del cielo gris oscuro. Nos montamos en el rústico blanco con el símbolo de la policía en las puertas. La gente nos veía con recelo, así siempre nos veían, pero nosotros siempre pendientes del trabajo fuimos directo hacia el centro comercial, que hace unos años era el más visitado de la ciudad, pero hoy es una guarida de anti-sociales.

- ¿Qué ocurrió?

- No lo sé, el capitán sólo me llamó y me dijo que quería que me encargara de eso… parecía un atraco de banco.

- Si te llamaron es porque hay un muerto. ¿Y qué hubo en el resto del día?

- No mucho, en la mañana llamaron de un tipo que había aparecido en Castillito, muerto. Parecía una cobrada. Tenía un tiro en la frente.


- Bue… métete por detrás del colegio, vamos a tratar de evitar las colas de esta hora.

- Copiado hermano…

Y así seguía manejando, mientras Charlie Boy iba cambiando las emisoras radiales, esperando escuchar algo que nos entretuviera a los dos y despejar la mente antes de llegar al sitio.

Una cuadra antes de llegar al sitio, se puede observar el reflejo de las luces rojas y azules brillando en las paredes del centro comercial y los edificios de alrededor. Charlie Boy y yo habíamos bajado del auto y tratábamos de abrirnos paso entre la gente curiosa que se aglomeraba ante el cordel de seguridad de la policía.

- Capitán, aquí estamos.

- P.J, Charlie, bienvenidos muchachos, entremos al banco. La policía científica no ha movido nada aún. Les dije que esperaran, esto tienen que verlo.

El capitán Aurelio estaba vestido con una camisa blanca, desabotonada en los tres botones más cerca del cuello, lo que dejaba observar sus vellos blancos del pecho debajo de su gruesa cadena de oro.

Su figura física asemejaba más bien a la de un camionero sedentario, salvo que su pistola en la cintura delataba su profesión. Un cigarro siempre estaba en sus labios, los cuales sólo los movía si era muy necesario. Ahorraba cada palabra.

- Aquí está el bicho.

Dice el capitán señalando con su boca al cuerpo sin vida de un muchacho joven, moreno, flaco, acostado boca abajo y la sangre se chorreaba por todo el piso de cerámica.

Lo volteé con mucho cuidado, ya me había puesto los guantes quirúrgicos y Charlie Boy estaba en el procedimiento de colocárselos.

- La cuestión fue muy violenta, según los testigos. Le clavaron el tiro por la espalda, en toda la cabeza. No hubo robo y el guardia fue anulado antes de que pudiera reaccionar. La persona salió corriendo, tenía un sueter…

- Y por ser viernes de quincena se perdió entre la multitud… me imagino. Este centro comercial sólo se llena cuando hay quincena, del resto está siempre desierto.

- Correcto Sánchez. Les dejo esto en sus manos. ¿Ya reconociste al cadáver?

- Sí, era “el José”. Tenía tiempo que no caía en nada, estaba tranquilo. Dicen que se había salido de la mala vida.

- Pues quien lo haya asesinado no lo sabía. Quiero que averigües esto, yo voy a hablar con el gerente del banco. Está decidido en declarar esto un intento de robo.

El capitán se alejó para conversar con el caballero vestido de un traje gris y una corbata roja. Caucásico, con lentes redondos y bien peinado. Mientras Charlie y yo veíamos el cuerpo sin vida de “El José”.

- ¿Venganza? ¿Crees eso?

- Es una de las posibilidades. Pero si la persona quería cobrarle una a este caballero, debió de haberle disparado de frente, para que se asegurara de que lo viera. ¿Sabes?

Charlie y yo nos levantamos y le muestro haciendo como si le estuviera disparando con una pistola.

- Observa, te digo algo, me aseguro de que me veas y te clavo un tiro en la frente… pero este no fue así. Era alguien que él conocía y que además le temía. Le disparó desde atrás… quizás desde la puerta. Mira, hay unos veinte pasos de aquí a la puerta. Lo vieron entre la multitud, disparó con precisión y el vigilante no pudo hacer nada cuando ya se había ido… de seguro ni se dio cuenta si le había dado o no a su objetivo.

- Deberíamos de hablar con el vigilante. Allá está.

- Sí Charlie Boy, es momento de hablar con los testigos.

El vigilante estaba sentado, tenía cara de no pasar de los 30 años de edad, estaba muy asustado, sólo veía el piso, sentado junto a los otros testigos en los asientos del banco, mientras que la policía científica se encargaba de mover el cuerpo.

- ¿Antonio Castellanos?

El vigilante, todavía temblando se levantó decididamente, Charlie Boy y yo lo alejamos un poco del sitio.

- ¿Está nervioso? ¿Qué le pasa?

- Pues que es mucha mala suerte señor, apenas llevo tres días trabajando en este banco y ya lo atracan. ¿Sabe cómo va a quedar eso en mi expediente? Y yo que necesito de un trabajo.

- Sí, y usted es el principal sospechoso. Pero si me dice qué vio con detalles, entonces podremos dejarlo tranquilo pronto y que pueda volver con su familia.

- La verdad es que vi muy poco. Estaba hablando con la cajera de la caja cinco, que estaba arreglando unas cosas y de repente sonó el disparo. Todo el mundo estaba en el piso y yo saqué el arma mientras iba a buscar al tipo. Pero se me perdió entre la multitud. La gente me decía pa’ donde agarró, pero llegué a salir del centro comercial y no lo vi.

- ¿Su puesto no es al lado de la puerta? (preguntó Charlie Boy)

- Sí… por eso no le diga nada al gerente, por favor.

- ¿De que no estaba al lado de la puerta? (pregunté yo)

- No, de que estaba hablando con la cajera. Mirna. Es que soy un hombre casado y el gerente es amigo de mi esposa. Él fue quien me la movió para venir aquí.

- Creo que debes de estar más preocupado por otras cosas que por su esposa…

- No comisario, si usted conociera a mi esposa preferiría ir preso… ¡Yo prefiero ir preso!

Nos alejamos del vigilante, Charlie Boy y yo no podíamos creerlo, el tipo estaba más preocupado por su esposa que por él.

- Es que he escuchado unas cosas en este trabajo…

- Sí Charlie Boy. Hablemos con Mirna, a ver que nos dice.

- Correcto. Tu teoría está agarrando forma.

- Sí, sobre todo si el vigilante no estaba en su puesto. ¿Mirna? ¿Quién es Mirna?

Una escultural pelirroja se levantó de su asiento, se acercó a nosotros y nos alejamos un poco del sitio. Sus labios pronunciados eran muy llamativos por lo rojo de la pintura de labios y sus ojos verde claro atraían a cualquiera.

- Dígame detective.

- Antonio nos estaba diciendo que estaba hablando con usted cuando sonó el disparo.

- Ay sí… me da mucha pena con él. Cada vez que tiene la oportunidad de hablarme, se me acerca.

- ¿Alguien más lo ha notado?

- Creo que sí, es un vigilante nuevo y todos en el trabajo se le quedan viendo.

- Claro, ahora, usted estaba de frente a la puerta y Antonio la estaba viendo a usted. ¿Pudo ver algo?

- No, lo siento. Estaba muy ocupada contando el dinero… aunque, lo que pude ver fue la pistola, fue algo rápido, no pude ver mucho.

- Lo que haya visto nos ayudará.

- Era un zurdo, por como estaba agarrando el arma, pero todo fue tan rápido. Sonó el disparó, el tipo cayó, Antonio salió corriendo y todos los demás cajeros se habían agachado. Yo fui la única que se quedó congelada… luego no recuerdo más, hasta que estaba sentada en aquél sillón.

- Gracias. Por favor, manténgase en contacto. Aquí está mi tarjeta.

- ¿P.J Sánchez?

- Paulo Javier Sánchez, un placer. Y él es Carlos Boy. Somos detectives de la policía municipal. Cualquier cosa que recuerde, llámenos.

La pelirroja se alejó con su lento caminar, muy llamativo a los ojos de cualquier hombre.

- Algo nos ha dicho. Eso nos ayudará. Habla con el resto de la gente. Voy a salir un momento.

Le dejé el trabajo más exhaustivo a Charlie Boy, pero no me molestaba, a él le gustaba entrevistar testigos y tenía una manera especial de hablar con ellos. Yo era más seco y de repente necesitaba salir de la escena, al igual que la gente de la policía científica, que estaban sacando el cuerpo tapado por una bolsa negra.

Ya habían menos curiosos, decidí caminar por el pasillo del centro comercial en dirección donde había huido supuestamente el agresor. ¡Que sorpresa! Había una peluquería en la vía, las peluqueras son excelentes testigos, tienen la habilidad de saber que está pasando afuera al mismo tiempo que hacen los cortes de cabello.

Entro con el saludo de las buenas noches respectivos, habían alrededor de seis puestos donde atendían las peluqueras, de las cuales sólo dos estaban trabajando, el resto me quedaba viendo sentadas alrededor de la caja.

Una señora de piel oscura, regordeta y de cabello azul claro salió y defendió a sus trabajadoras.

- Sí, buenas noches. ¿Qué desea?

- Mi nombre es Paulo Javier Sánchez, soy detective de la policía municipal y necesitaba que me dijeran si habían visto algo. Cualquier cosa ayudaría.

De repente el silencio fue quebrado por las palabras disparadas que salían de las trabajadoras e incluso de los clientes del establecimiento. Hasta que la señora que había hablado al principio pidió calma.

- Me disculpa joven, pero es que usted sabe, una situación como esta no es tan a menudo. Siéntese. ¿Quiere un café?

- No, estoy bien, dígame usted primero, ¿señora…?

- Carmen, Carmen Salazar. Le cuento que estábamos todas aquí trabajando y de repente escuchamos el disparo. Nos quedamos mudas y vimos hacia la ventana. Porque como puede ver la vitrina nos deja ver todo el pasillo y cuando Eliza iba a salir a ver entonces pasó el tipo corriendo, con un sueter gris oscuro, encapuchao.

- Está bien señora Carmen. ¿Vio hacia qué dirección corrió?

- Sí, derecho, como hacia la parada de autobuses, pero como había mucha gente no sabría decirle si…

- ¡Es que les digo que no salió por ahí! ¡Se metió por los carros!

- ¿Usted lo vio, señorita…?

- ¡Señora Eliza! Estoy casada, aunque tenga 23 años, y no, no fue porque estaba preñada como dice Yulaxis.

- ¡Sí, mi amor! ¡Ta bien!

En seguida empezó una discusión por si el bebé de Eliza era o no la razón del matrimonio, hasta que una vez más Carmen pidió orden.

- Continúe Eliza, ¿me decía?

- Bueno, que como le estaba diciendo Carmen yo intenté salir a ver si veía algo, pero el encapuchao corrió entre la gente. Pero no estoy segura. Creo que salió del pasillo y se fue hacia el estacionamiento. Cruzó y salió por una de las salidas de los laterales.

- Muchas gracias Eliza. ¿Alguien más quiere agregar algo…? ¿Sobre el encapuchado que vieron?

La peluquería volvió a quedar en un silencio tenso, ni siquiera las tijeras emitían ruido porque se habían detenido observándome.

- bueno, si no hay más nada entonces muchas gracias. Aquí está mi tarjeta señora Carmen. Cualquier cosa me avisa si recuerdan algo más ¿Está bien?

- Sí mijo, vaya con Dios. Cualquier cosa nosotras le avisamos, ¿oyó?.

Me retiro de la peluquería y observo en dirección hacia la parada del autobús. Ya había encontrado el problema, el portón entre la parada y el centro comercial era muy pequeño y la gente se aglomeraba ahí, de seguro el disparador buscó una salida menos transitada, y ahí estaba, después del estacionamiento había una pequeña puerta.

- P.J, ya hablé con la gente del banco. El señor que estaba de último en la fila lo describe como si fuera un deportista, pues tenía zapatos blancos deportivos y un mono negro.

- De seguro era para correr mejor. Vamos Charlie Boy, vayamos a ver hacia donde nos lleva esa salida.

Siguiendo la posible ruta de escape del asesino, llegamos hasta la salida, cruzamos una transitada calle y fuimos a parar a una plaza con muchas esculturas, la cual se la pasa llena de hippies vendiendo artesanías.

- Por aquí tuvo que haber pasado. Déjame hablar con uno de ellos Charlie Boy.

Me acerco a un flaco, de cabello largo y poblada barba. Su piel era oscura a causa del sol y ya estaba recogiendo sus cosas para marcharse a su casa.

(continuará...)