martes, 1 de julio de 2008

PJ Sánchez (II PARTE)

- Johnatan González, un gusto verte hermano.

- Hola viejo amigo. De verdad que es un gusto verte. ¿En qué te puedo ayudar? ¿A quién vamos a atrapar? Con tal de que no sea a mi jíbaro, todo bien, jo, jo.

- Tranquilo hermano, estoy buscando alguien que pasó corriendo por acá…

- ¡Tanta gente! Sabes como es la cosa de aglomerada cuando es quincena hermano.

- Cierto, pero este tenía pinta de trotador y llevaba un suéter gris. ¿Qué me puedes decir?

- ¡Ah! Claro hermano, yo estaba atendiendo a un cliente en ese momento, cuando vi que pasó corriendo, cruzó la plaza y desapareció.

- ¿Desapareció?

- Como el viento hermano… se desvaneció.

- Gracias Johnatan. Vamos Charlie.

La desaparición del asesino había sido muy extraña. Cruzamos la plaza y llegamos a otro estacionamiento que quedaba frente a dos edificios y más adelante un conjunto residencial.

- Pudo haber agarrado para cualquiera de estos edificios y esconderse ahí. O haberse metido en las casas que están detrás de ellos.

- O ninguna de las dos opciones, Charlie Boy… vamos a devolvernos un momento.

Nos devolvíamos con linternas en mano, buscando algo que nos pudiera llevar a una pista. Estábamos cruzando la plaza y justo en la mitad, llegamos frente a la fuente de agua que tenía años apagada. Un charco de agua mohosa era todo lo que había dentro de ella.

- Mira esto, déjame ponerme otra vez los guantes y verás.

Tenía una teoría interesante que logré respaldar. En la fuente de agua logré sacar un pantalón negro y un suéter gris con capucha. Concordaba con la descripción de los testigos.

- ¿Cómo te diste cuenta P.J?

- Fíjate que el agua está mohosa en todas partes de manera uniforme. Esta plaza tiene años sin ser limpiada. Y mira como esta parte está sin moho. El asesino no desapareció. Simplemente se cambió de ropa y por eso Johnatan lo confundió entre las personas. Ahora, si no tenía un bolso, tenía la muda de ropa abajo.

- Podía tener cualquier cosa. Un traje formal. ¡Que sé yo! Recuerda que se perdió entre la multitud.

- Pero Charlie Boy, según nos dijeron los testigos, corrió muy rápido. Fue ágil… debió de tener una muda cómoda, ¿y qué se puede llevar debajo de un mono y un suéter sin llamar la atención?

- Una franelilla y un short. Pero igual llamaría la atención.

- No, si hay varias personas vestido igual que él. Recuerda, eran las seis de la tarde, quincena… quizás no era un short, sino una licra… una licra de gimnasio. A las seis de la tarde mucha gente termina la jornada y se va a ejercitar un poco.

- Claro. Tienes razón. Y mira lo que hay en aquel edificio. Cruzando el estacionamiento. Un gimnasio.

Después de esperar a que llegara la gente de la policía científica, para ver si conseguían algo más que ropa en esa olvidada fuente, nos fuimos a hablar con los encargados del gimnasio.

En el tercer piso frente al estacionamiento de la plaza había un gimnasio pequeño, con sus caminadoras, bicicletas fijas, multifuerzas entre otras cosas.

Un catire, mucho más alto y corpulento que el vecino de al lado, nos atendía en la recepción con los brazos cruzados y un uniforme de instructor del gimnasio.

- No mi amor, yo he estado toda la tarde aquí y no ha venido nadie con esas descripciones.

- Pero ¿Usted está solo aquí? Digo, ¿no hay un gerente o una secretaria aquí?

- ¿Qué te puedo decir, corazón? Somos un gimnasio pequeño.

- Ya veo. La persona que buscamos debía de utilizar bermudas o pantalones cortos ajustados y una franelilla ajustada.

- No, que va. Mire, vea, allá Marcos vino en mono, aquél y aquél señor que están usando shores se cambiaron aquí y le digo por que los vi.

- ¿Y aquella señorita?, tiene una licra muy corta y una franela ajustada.

- Ah, fíjese usted. Yo no la vi llegar. Creo que se cambió aquí.

- Disculpen que los interrumpa, pero ¿tendrá cámaras este gimnasio?

- Lo que le estaba diciendo a su compañero. Este es un gimnasio pequeño. ¡disculpen! El teléfono está sonando…

Creí que habíamos dado con la persona indicada. Al menos que tuviera una muda de ropa, la única muchacha en aquel gimnasio estaba usando unas prendas que podían ir fácil debajo de un pantalón deportivo y un sueter.

- ¿Hablamos con ella P.J?

- Eso es correcto. Vamos a ver qué nos puede decir.

Nos acercamos a la joven mientras esta alzaba pesas acostada sobre la plataforma. Era obvio que no pertenecíamos a ese entorno y nuestros uniformes de detectives nos delataban a leguas. Todos parecieron darse cuenta, menos nuestra futura entrevistada.

- Buenas noches, mi nombre es Carlos Boy. Somos de la policía municipal, ¿podemos hablar con usted un momento?

La joven no dejaba de alzar y bajar la barra con las pesas de una sola rueda por lado.

- ¿Pueden esperar a que termine? Sólo me tomará… unos… minutos… y disculpen… no me puedo detener…

- Está bien, señorita… ¿?

- Luciana. Ya estaré… con ustedes…

Esperar por una sospechosa que ni siquiera pudiera tener algo relacionado con un suceso que pasó hace una hora a escasos cien metros de donde estábamos, pudiera ser considerado una perdida de tiempo. Pero había algo que me enganchaba con ella, la había visto antes y no recordaba donde. Se me hacía tan familiar que no podía quitarle la mirada de encima. ¿Dónde había visto a esta escultural morena de cabello largo, liso y de nariz puntiaguda?

Una llamada interrumpió mis pensamientos. Contesto. Era la gente de la policía científica preguntándome si quería algo más. Que ya se estaban llevando las evidencias hacia el laboratorio.

- No, más nada. Cualquier cosa les aviso. Estoy por hablar con alguien por aquí cerca.

- Copiado Sánchez, ya nos estamos llevando el sueter, el pantalón y la pistola.

- ¿Qué pistola, Jorge?

- Pensé que la pistola la habían conseguido ustedes también. Se halló la posible arma homicida en el fondo del estanque.

- Huellas dactilares borradas. Al igual que cualquier evidencia en la ropa. ¿no?

- Ni tanto. Vamos a examinar con detenimiento el sueter y el pantalón. Quizás podamos conseguir algún cabello o algo. En cuanto a la pistola. Sí, no creo que consigamos mucho ahí.

- Está bien, Jorge. Buen trabajo. Estamos en contacto. Llámame cualquier cosa.

Charlie Boy había conseguido un amigo, el recepcionista parecía estar más interesado en hablar de él que de lo que había visto. Me alegra que Charlie haya conseguido un amiguito. Pero no estoy seguro si el recepcionista quiere sólo su amistad.

- ¿En qué lo puedo ayudar detective?

Luciana había interrumpido mis pensamientos. No había notado sus ojos marrones claros. Vaya que hermosa mujer. Pero aún tenía el eco en mi mente de que la había visto en otro lado.

- Estamos averiguando acerca de un suceso cerca de aquí y simplemente nos estamos cerciorando de algunos detalles. ¿Usted a qué hora llegó al gimnasio más o menos?

- Llevo aquí alrededor de una hora y media…

- Entiendo. ¿Viene todos los días a una rutina especial?

- Sí, bueno, no todos los días. Tres veces a la semana. Estoy en el equipo de atletismo de ALUVEN. Participaré en los Juegos Interempresas la próxima semana.

- Entiendo. Pero para una atleta como usted, ¿no es sobrecargarse de ejercicio una hora y media?

- ¿Qué quiere decir?

- Digo que para alguien como usted necesitaría sólo 45 minutos para ponerse en forma. No debería sobre entrenarse de esa manera teniendo tan cerca la competencia.

- ¡Oh lo siento! Ahora soy sospechosa de asesinato por ¿entrenar demasiado? Le digo que llevo una hora y media.

- Y yo le digo que es mucho entrenamiento. El problema es que yo no le dije a usted que estábamos investigando un asesinato.

Luciana había perdido la seguridad en su mirada y en su tono de voz. Charlie Boy había abandonado la conversación con su amigo y se había acercado con nosotros y había escuchado los dos últimos párrafos.

- ¿Cómo supo que estábamos investigando un asesinato?

- Bueno… lo supuse, escuché un disparo temprano y pensé que eso era…

- Me sigue pareciendo curioso sus habilidades señorita Luciana. No me explico como pudo escuchar un disparo en este ambiente, digo con todas las máquinas y el techno sonando tan duro.

- Creo que nuestra conversación se acabó. Si quieren hablar conmigo hablen con mi abogado.

De regreso a la oficina, Charlie Boy iba manejando mientras yo iba examinando la tarjeta que nos dio Luciana. No podíamos detenerla porque no teníamos pruebas sólidas para llevarla a la comisaría.

-¿Qué tanto observas P.J?

-Es curioso. Este apellido. Peters. Creo haberlo escuchado antes. Es curioso.

- Claro que lo has escuchado antes. Peters es el apellido del “José”. ¿Recuerdas que era guyanés? ¿Joseph Peters? Por eso es que le dicen “el José”.

- ¡Mierda! ¡Es cierto! Da la media vuelta. Vamos a buscar a esta señora. Es la esposa y que casualidad que sabía demasiado.

De inmediato Charlie Boy dio la vuelta en el semáforo y para cuando habíamos llegado al gimnasio Luciana había desaparecido.

- Pero no se preocupen mis amores, que ya sé cuál es su carro. Se fue en un corsa blanco.

- Gracias caballero. Cualquier cosa nos contacta.

No sería fácil conseguir un corsa blanco en particular, así que llamé al capitán y di las instrucciones de buscar un corsa blanco en la ciudad. Muchos taxistas usaban este tipo de auto y no sería fácil. Pero no estábamos solos en la búsqueda.

- ¿Para dónde vamos Sánchez?

- Dale hacia Castillito. Si Luciana piensa huir, tendrá que ir por sus cosas primero.

Éramos un bólido de formula uno tratando de cruzar un ganado lento de vacas en medio de la vía. El cielo estaba oscuro y las calles eran iluminadas por los postes. Recordamos que la ciudad estaba en el caos de una quincena.

La suerte nos sonreía. Cerca del centro de la ciudad, llegando a nuestro destino nos conseguimos con el corsa blanco. De espaldas reconocimos a la sospechosa.

Llamé al jefe. Le avisé que la teníamos cerca y nos envió refuerzos. Aceleramos el paso y ella nos reconoció. Era fácil observar que un carro rústico de la policía te estaba siguiendo.

La persecución comenzó llegando a la avenida principal del congestionado Castillito. Yo seguía llamando a cada rato al capitán para ser más exactos y que esos refuerzos llegaran pronto.

Uno de los semáforos nos ayudó. Encerró al corsa blanco y nosotros estábamos a tres carros de distancia de ella. Me bajé con la pistola en mano, unos peatones se asustaron y no fueron los únicos, Luciana se bajó del auto y empezó a correr.

Le grité que se detuviera, pero sus piernas fueron más rápido. El corsa en medio del tráfico había retrasado a mi compañero, pero pronto logró zafarse entre los carros y pasar hacia donde estábamos nosotros.

De seguro esta mujer estaba en el raking de las atletas más rápida de la zona. Cerca de cansarse sus piernas le daban más rápido, yo trataba de mantenerme en el trote, pero estaba fuera de forma.

Charlie Boy es Schumaher detrás del volante. Colocó el rústico frente a ella y antes de que intentara saltar por encima del capó del carro, Charlie Boy se le había lanzado encima y pronto la dominó. Yo llegué a los dos segundos jadeando.

- ¿Por… por qué huye señorita Peters?

- Esto…esto es acoso… usted lo sabe.

- Lo único que sé es que es la esposa de Joseph Peters y no nos dijo nada al respecto.

- ¿Qué podía decirles de ese infeliz? Me alegro de que esté bien muerto.

- Una vez más su lengua es su castigo Señora Peters… nunca le dijimos que su esposo estaba muerto.

Las sirenas policíacas siempre llegan cuando el homicida está bajo control y esta vez volvió a ser así. Uno de los oficiales se llevó a Luciana ante la mirada perpleja de peatones y vendedores ambulantes.

- Buen trabajo oficiales. Ya puedo calmar al dueño del banco, que quería colocar que había sido un intento de robo y le diremos que fue un crimen pasional.

- Ni tanto jefe. La cosa fue que Luciana Peters frustró un atraco. Estaba cansada de vivir con un criminal y ya lo había convencido de que se saliera de esa vida. Justo cuando “el José” estaba apunto de volver a las fechorías su esposa lo descubrió y lo asesinó.

- Sólo le quería dar un buen susto, le dijo a P.J, pero se le pasó la mano.

- Entonces muchachos, a la final el gerente sí tenía razón. Por cierto que balística determinó que el arma utilizada concuerda con la bala del cadáver.

- Sólo necesitamos la confesión de Luciana y cerraremos el caso.

- Hay que ver las cosas que hace una mujer por justicia, ¿no P.J?

- Así es, Charlie Boy. Para detener a un criminal ella misma se convirtió en una criminal.

Cuando se solventan las cosas, ya ver hacia atrás pareciera que todo fuera más fácil. Pero en nuestro trabajo, cada día el reto es mayor. Vamos a ver que nos depara mañana, porque cuando salga el sol, “mañana será otro día”.

FIN

Teodoro Jansen Sánchez

16 de junio 2007

mynameisteo@yahoo.com

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