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En el pasillo, Hermes, cuyas piernas blancas y delgados brazos parecían brillar en la oscuridad, respiraba profundo. Titubeó antes de tocar la puerta tres veces del cuarto de la morocha. Apenas pudo escuchar la voz de Julia desde adentro de la habitación invitándole a pasar.
Su corazón a toda máquina le impedía escuchar con claridad. Cada palpito retumbaba en todo el interior de su cuerpo. Amagó un poco al girar el pomo, pero luego lo logró.
Y no era la imagen que esperaba.
El aire acondicionado había enfriado con fuerza las paredes de la habitación de Julia, quien se convertía en un shawarma de sábanas sobre las grandes almohadas de su cama. Apenas Hermes podía apreciar algunos cabellos en la parte alta de la cama. Del resto, todo estaba cubierto con un edredón de color crema, similar al de las paredes.
La luz azul del televisor era lo único que alumbraba la estancia. Las cientos de fotos sobre el mueble de la computadora no se detallaban. Solo brillaban sus marcos.
Julia destapó una pequeña parte de su rostro y le sonrió a Hermes.
Julia
¿Qué esperas? Acuéstate ya. Mañana tienes que trabajar.
Hermes
Uno. No tengo que trabajar. Dos. No esperes a que me acuestes sin tener una cobija.
Julia (acelerada)
Ahí en la orilla de la cama tienes tu sabana. Disculpa que deje el televisor prendido, pero con el loco este dando vueltas intentaré dormir... pero con un ojo abierto. No soporto el silencio en momentos como este, se me llena la cabeza de pensamientos y pensar mucho, ahora no me ayuda para nada.
Hermes (poniendo sus lentes al lado del TV y tratando de calmar a la dama)
Entiendo, no tengo problema. Además, por más que me desvele me levantaré a las 6:30 de la mañana. Ya estoy acostumbrado.
Julia
Son las 10 de la noche ahora. Tendrás ocho horas justas para dormir, más que suficiente para que el cuerpo descanse y además, leí por ahí que es la cantidad de horas más saludable para...
Hermes (interrumpe mientras se arropa con la sabana blanca)
De hecho, estimada Julia, ese es un mito extendido en nuestra civilización. Un señor llamado Roger Ekirch realizó una investigación de 16 años en las que notó que el patrón de sueño de la sociedad se divide en dos periodos de cuatro horas. Es decir, podemos dormir cuatro horas, activarnos y pasar un buen rato despierto, antes de dormir la otra mitad del sueño partido en dos...
Julia estaba con la boca abierta, como siempre terminaba cuando hablaba con Hermes, quien parecía una enciclopedia infinita. Ya a estas alturas de su amistad debería no extrañarse por ese tipo de cosas, sin embargo, le sigue pasando.
Julia
¿Cómo...?
Hermes
Lo he leído en BBC Mundo. Es una nota interesantísima.
A Hermes le encantaba ver a Julia sorprendida. Sentía cosquillas en el estómago cuando veía la cara de estupefacta de la morocha. Por eso, siempre intentaba sorprenderla con este tipo de cosas. Por eso no pudo evitar verla fijamente y con una sonrisa de oreja a oreja.
Julia (con risa nerviosa)
¿Por qué me ves así?
Hermes
Bueno... eh... me gusta sorprenderte.
Julia (que no fue lo suficientemente rápida para tapar su rostro sonrojado)
Gracias... supongo
Acto seguido se tapó su cara, como el shawarma que había visto Hermes al entrar al cuarto.
Hermes se recostó y trató de olvidar lo sucedido viendo las imágenes en el televisor que, sin volumen, no eran más que una serie de movimientos sin sentido. El frío pareció haberse afincado en el cuerpo del flaco. Titubeó varias veces, su boca se movía pero no salían palabras. Finalmente pudo decir algo al tercer intento.
Hermes
No... pretendí... ponerte incómoda.
Julia asomó su cabeza con lentitud de entre el edredón y las almohadas.
Julia
Pues no lo has hecho... no ha pasado nada... duérmete ¿Vale? Que tenemos que aprovechar este momento para descansar... no sabemos que pueda pasar después.
Hermes
Sí... sí... yo solo... eh... bueno... pues...
La morocha estaba entre las disyuntiva de seguir escuchando a Hermes o volver a intentar dormir. Su corazón se había acelerado de pura ansiedad. Entre lo que iba a decir su amigo y el loco rondando la casa, no sabía lo que podía pasar en el siguiente instante.
Hermes
Yo... cuando estoy contigo... pues no coordino... no hablo bien y me vuelvo bruto... bueno... tu sabes lo que dicen
Hermes intentó sonreír. Julia lo miraba con atención y se encogió de hombros.
Hermes
Pues que lo único que hace inteligente a los brutos y brutos a los inteligentes es el amor.
Julia frunció el ceño. Luego soltó una carcajada. Sacó la parte de arriba de su cuerpo, que mostraron una conservadora piyama de nubes y lunas de manga larga. Vio que Hermes la veía diferente y ella, colocó su mirada más seria.
Julia
Hermes... ¿Cómo vas a hablar de amor si somos amigos? O peor... ¿Cómo vas a hablar de algo así dada la situación en la que estamos?
Hermes
Eh... Julia, cálmate por favor, es solo que... bueno, no he pensado, en fin, me pongo bruto como ya dije.
Julia
Bruto no... brutísimo ¿Qué creías? ¿Qué por estar cagada de miedo me iba a ir a tus brazo de héroe? Déjate las payasadas, amigo, por favor.
El flaco también se sentó en la cama para ver fijamente a los ojos a la morocha.
Hermes
¿Pero por qué dices semejante cosa sin sentido? ¿Crees que yo quisiera aprovecharme de ti? Julia, por favor, entiendo que no es el mejor momento. Pero mi sentimiento es sincero.
Julia (acelerando el ritmo otra vez)
Hermes, insisto, no me hables de amor... ni de sentimientos... cuando eres mi amigo. Y así es como te quiero. Valoro demasiado nuestra amistad como para estarla complicando con sentimientos. Ni siquiera me has invitado a cenar una vez y hablas de "amor" ¡Y en una noche en que un loco nos está acechando! Ni siquiera sabemos si Alfonso y Rafaela está bien y tu me sueltas esa perlita ¡Que falta de respeto!
Hermes (que ya empezaba a molestarse un poco)
Nunca hemos cenado porque me cuesta mucho invitarte, pero siempre te escucho, siempre estoy ahí para ti, siempre hablamos de nuestros planes. Siempre compartimos. Yo sí valoro esas cosas y creo que podemos tener algo más bonito que una simple amistad.
Julia (bajando el ritmo, intentando conciliar)
Nuestra amistad no es una simple amistad, cariño, nos tenemos tanta confianza... somos tan buenos amigos desde que tengo uso de razón... por eso no la quiero arruinar... además... ¿Qué te parece si... disfrutas tu soltería? Sal en las noches, diviértete con muchas mujeres... eres un soltero, apuesto, inteligente...
Hermes
Por favor, Julia, no me halagues que me haces más daño
Julia (intentando convencerlo)
... además, gozas de un buen puesto de trabajo. Anímate, no debe ser difícil comprarte un apartamento con el sueldo que ganas, además...
Hermes rompió en llanto. Una faceta que nunca había visto Julia, a pesar de conocerlo desde el jardín de infancias donde hubiera sido más fácil conseguirlo llorando. Pero no fue así, estaba en su cama, ya graduado de ingeniero y con la cara totalmente arrugada. Hermes intentó borrar las lágrimas con las palmas de su mano, respiró profundo...
... y habló...
Hermes
Me botaron.
Julia
Pero Hermes... ¿Cómo?
Hermes
Intenté explicarle como eran las cosas a los chinos que vinieron a inspeccionar el sitio. Los desgraciados no quisieron ni escucharme. Les dije sus cuatro cosas, que por invasores como ellos es que este país estaba como estaba... y el jefe vio todo. Me botó. Sin derecho a liquidación. Dice que no cumplí con mi trabajo. ¿Alguien me preguntó como había terminado de ir con lo de los chinos? Noooo... ustedes y su mania de internarse en sus rollos y no preguntar por los demás... pero yo sí pregunto... yo sí me intereso por los demás, de saber como están... al menos me preocupo por ti... y te escucho.
Julia intentó decir algo, pero no pudo. Hermes poco a poco bajó la intensidad de su llanto y al mismo tiempo se bajó de la cama de la morocha.
Hermes
...Yo... yo... disculpa... he estado fuera de lugar... tienes razón... yo dormiré en la sala... no pasa nada...
Julia
Hermes por favor, no te vayas... por favor, que no quiero que nos separemos y entre el loco ese a la casa y tu allá afuera... me preocupas... me haces sentir culpable.
Hermes
No tienes por qué sentirte culpable... he sido yo el único culpable de esto... me iré a dormir a la sala. No te preocupes... descansa....
Julia se quitó de encima el edredón e intentó bajarse de la cama, al mismo tiempo que Hermes agarraba los lentes de al lado de la TV y se los colocaba para salir, con la sabana blanca en mano.
Pero un ruido del pasillo lo detuvo. Ambos amigos quedaron paralizados.
La puerta se abrió.
Era Armando y Krystal. Ambos despeinados. El morocho tenía la mano en el pomo y con alerta dijo.
Armando
Hemos vuelto a escuchar la risa.
La carcajada maniática llegó hasta el pasillo. Sonaba como si estuviera más cerca de la casa.
Continuará.
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