El silencio había tomado por completo la cocina. Alfonso y Armando se asomaban hacia la ventana del patio. Rafaela y Julia abrazaban a Krystal, en la pared opuesta a los grandes vidrios que dan hacia la parte de atrás de la casa.
Armando
Creo que veo algo al lado del lavadero, pero no estoy seguro que...
Vino otro ruido inesperado desde adentro de la casa. El sonido característico de la bajada de agua de una poceta. El baño estaba justo al lado de la sala, desde donde se escucharon pasos.
Esta vez, las muchachas pasaron a estar en el ventanal y los hombres se acercaron a la puerta de la cocina. Armando estaba al frente, detrás de él Alfonso no podía evitar que su cuerpo temblara con tanta fuerza. Las muchachas hacían un gran pelota humana entre brazos, cabello y muchos nervios.
Los pasos se iban acercando cada vez más, hasta que apareció la delgada figura en la cocina.
Hermes
Se me cayó el celular en la sala, ¿alguien lo ha agarrado?
Todos respiraron aliviados, Julia le intenta devolver el celular, pero su mano tiembla mucho. Hermes agarra con sus dos manos para intentar calmarle al mismo tiempo que recuperaba su teléfono.
Alfonso no aguantó más.
Alfonso
¡¿Tu eres loco?! ¡¿Por qué no avisaste que ibas al baño?! ¡Estábamos cagaos, marisco!
Hermes
Pero si no ha pasado nada. Iba a subir, pero me dieron ganas de ir al baño. ¡No sabía que tenía que pedir permiso a estas alturas de nuestra amistad!
Hermes respondió con sus brazos cubriendo a Julia, en un intento fallido de que se calmara. Krystal toma un trago de un solo golpe y habla, mientras se coloca la cartera para irse.
Krystal
Hermes, la risita del loco que escuchamos afuera la escuchamos del patio también. O sea, que no es para estar tan relajados como tu. Yo me voy, no aguanto un susto más esta noche. Morochos, avisen si pasa una vaina más. Rafaela, no creo que sea bueno que te vayas caminando, vente conmigo. Armando... abre.
Armando vio la llave en su mano y no quería usarla, primero que le parecía inseguro que Krystal se fuera sola. Por otra parte, tenía días queriendo hablar con ella... a solas.
Armando
Pero Krystal, Rafaela, ¿Por qué no se quedan esta noche? Creo que no es muy seguro que se vayan solas, si es que hay alguien por aquí queriendo echarnos vaina.
Alfonso
Yo no sé ustedes, yo sí me voy. Mañana tengo una clase que dar a primera hora. ¿Qué harán ustedes?
Hermes
Yo me quedo. Cualquier cosa, es mejor estar aquí por si acaso vuelve el señor sonrisas.
Rafaela
Yo... yo me tengo que ir, chicos... yo... tengo clases, a las nueve de la mañana. La escuela me va a botar si sigo faltando los viernes en la mañana... yo... sí... yo me voy... ¿Contigo Krystal?
La pelirroja vio por unos segundos a su alrededor, respiró profundo, giró su cabeza hacia arriba y soltó su cartera.
Krystal
Creo que Armando tiene razón. Me quedo.. Además, así tengo una excusa para faltar al trabajo mañana. Voy a llamar a mi mamá para que no se preocupe.
Alfonso se armó de valor, sacó la llave de su carro y le dio la orden a Armando, quien no dudó, en esta oportunidad, de abrir primero la puerta y luego el portón. Detrás de él, salieron como unos caballos Alfonso y Rafaela.
Julia
¡Escriban cuando lleguen a sus casas, por favor!
Rafaela
Sí... ¡Nos vemos mañana!
Rafaela se metió en el carro de Alfonso y este apretó el acelerador hasta el fondo. Ante la mirada de Krystal, Julia y Hermes, Armando caminó hacia la casa desde el portón.
La risa estridente volvió a sonar.
Sin ver para atrás, Armando aceleró el paso y entró a la casa. Cerró la puerta y en la sala de su casa, rodeada de animales de vidrio, estaban los amigos temblando.
Hermes
Creo que lo más prudente sería esperar un rato. Sin separarnos.
Krystal
Estoy de acuerdo con Hermes, pero vamos a la cocina. Al menos estaremos lejos de la calle... y necesito tomarme otro trago.
Julia
No me parece, Krystal, ya has tomado mucho, tenemos que estar bien pilas si eso que está allá afuera intenta entrar.
Krystal
¡Ay deja la gafedad, Julia! Mira que no tengo tiempo para hablar, voy a la cocina.
Julia
Yo voy a estar en mi cuarto. Hagan ustedes lo que quieran.
Hermes y Armando se encogieron de hombros. El morocho siguió a Krystal y el flaco se fue detrás de Julia. Para Armando era una gran oportunidad de hablarle del tema que quería conversarle desde hace un tiempo a Krystal. Para Hermes cada minuto con Julia eran valiosos.
Julia entró en su cuarto y casi le cierra la puerta en la cara a Hermes, quien buscaba calmarla una vez más con una sonrisa que ocultaba cualquier rastro de nervios o inseguridad.
La morocha se lanzó en su cama que rozaba con las paredes de color rosado pálido. Se veía mínima en esa sabana de almohadas y peluches. Hermes estaba parado al lado del televisor. Con su mano derecha lo encendió.
Hermes
Tienes... tienes... tienes que distraerte un poco. Estás muy tensa.
Julia
No puedo pensar en otra cosa ahora, Hermes. ¿Qué le pasará a Alfonso que no llama? Ni que viviera en China para tardar tanto ¡Lo voy a llamar!
Julia toma su teléfono celular con rápidez. Sus dedos van directamente a la pantalla y con decisión marca el número de Alfonso. Mientras que Hermes se sienta con tímidez en el borde de la cama. Están dando un programa de hombres medievales que cabalgan dragones el cual le hipnotizaba por completo.
Julia
Alfonso no responde...
Hermes (con total atención en la pantalla del televisor)
Llama a Rafaela. A lo mejor no responde porque está manejando.
Sin responderle a Hermes, Julia marcó el teléfono de Rafaela. Fueron los dos tonos de espera más largos que haya sufrido en su vida.
Rafaela
¿Qué pasó, mujer?
Julia
¡Rafaela! ¿Están bien?
Rafaela
Bueno, yo sí, Alfonso voló para acá. Me dejó aquí como hace 10 minutos. ¿Y ustedes están...?
Julia
¡Mierda, chama! Alfonso no responde.
Rafaela
Marisca, cálmate, ya voy para tu casa otra vez.
Julia
No, no, no, quédate en tu casa. Ya te llamo.
Julia trancó el teléfono y de un solo salto estaba en la puerta de su cuarto. Le agarró la mano a Hermes y salieron disparados a la cocina. Atravesaron la sala y llegaron a donde estaban Krystal y Armando, sentados en taburetes, disfrutando de un trago. Ambos voltearon hacia Julia con los ojos del tamaño de unos huevos fritos.
Julia
Alfonso no responde. Lo llamo y no responde. Ay chama, todo esto me da mala espina.
Armando abrazó a su hermana y buscó en su bolsillo su celular. Lo sacó y marcó el contacto de Alfonso. Desde afuera de la casa provenía el ringtone favorito del instructor de fitness, una música electrónica de ruidos saturados.
El morocho vio a Hermes y le hizo una seña para que lo acompañara a caminar hacia la sala. Detrás de ellos iban las muchachas. Krystal no soltaba su trago y Julia se aferraba a su teléfono.
A medida de que iban avanzando, el sonido del celular se hacía más fuerte. Con lentitud, Armando abrió la puerta de su casa. Y ahí estaba, en el tercer escalón del piso de cerámica del frente de casa de los morochos, estaba ahí puesto con cuidado... el celular de Alfonso.
Continuará...
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