Extracto de la bitácora del soldado Carlos Arias.
Santa Elena de Uairén, 23 de julio de 1999
El origen de los Tretzals no está claro, se supone que hayan nacido de alguna parte de la vasta selva del Amazonas en Sudamérica. Pero su propósito sí es evidente, destruir la humanidad.
Tan grandes como robles y con pieles tan duras como las piedras, los Tretzals han conseguido resguardarse en bosques, alejados de la civilización, donde se alimentan de animales y plantaciones enteras... esperando una oportunidad.
Las comunidades más grandes están a las orillas de los ríos de profundidades interminables. Al menos eso dicen los rumores. Nadie ha regresado de esas expediciones sin sentido.
Al menos no hasta ahora.
Hemos encontrado a un hombre, de cabello largo, canoso y de barba poblada. Dice llamarse Tomás Salinas. Le calculamos unos 70 años de edad. Apareció en mi puesto de vigilancia. Venía corriendo desde la selva, como si corriera por su vida. Gritó que llegó la hora.
Los superiores lo mandaron a encerrar por revoltoso. Nadie le ha dado una vuelta por su celda para saber cuál hora nos llegó.
Las tribus indígenas están nerviosas. Algunos curanderos han predicho el fin del mundo para la mañana del 31 de diciembre, que todo terminará con la llegada de los Tretzals.
Muchos compañeros creen que Tomás está loco. Que los curanderos son unos fanfarrones.
Yo me preparo para lo que viene. No sé si he perdido la razón. Por eso decidí desahogarme en estas páginas.
A primera hora buscaré hablar con Tomás Salinas en privado. Si me voy a preparar tengo que hacerlo bien.
Al parecer, vienen los Tretzals.
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