Roscio tiene un cachete lleno de harina. Su gorro blanco está de lado. Sus ojos tienen una luz radiante sobre una tartaleta de fresas y melocotones.
Lucía, mucho más delgada que la repostera, mira fijamente la técnica de su jefa.
Roscio termina. Su sonrisa hace que sus ojos se reduzcan a rayas y sus cachetes se ven aún más redondos. Se pasa su mano por la frente.
Roscio: lleva las bandejas al mostrador. Estos bebés están listos para ser comidos ¿No se ven adorables?
Lucía: Deliciosos, señora Roscio.
Roscio: Cuando me dices señora siento que tengo 20 años más. Por favor, ni siquiera he llegado a los 30, Lucía.
Lucía ríe y se lleva la bandeja. Pasa una puerta de madera y llega al mostrador donde está Bianca, una rubia cuya altura es comparable con la de una modelo.
Bianca habla animadamente con una pareja de ancianos que se llevan una caja de bombones.
Bianca: Gracias por venir, chicos, saben que siempre son bienvenidos en "Fresas y Melocotones".
Los ancianos saludan y se marchan. Bianca observa a Lucía acomodar las tartaletas.
Bianca: ¿Cómo está Roscio hoy?
Lucía: Al menos sonrió, como siempre sonríe cuando termina estas tartaletas.
Bianca: Al menos...
Lucía: Debería preguntarle usted misma, señora Bianca.
Bianca: Ni loca. Esa sigue enfadada porque cree que estoy detrás de Greg.
Lucía: Ustedes son hermanas. La familia lo es todo.
Bianca: Sí, sí. Termina ahí, seguro se pone de mal humor si no vuelves rápido.
Lucía: sí, señora.
Lucía coloca la bandeja al lado de unas taraletas de fresa, unos enormes profiteroles con crema, cheesecakes, brazos gitanos de crema y otros de chocolate, pelotas de chocolate con una cereza encima, entre otros dulces.
Las estanterías están llenas de colores con anuncios retro de chocolates, cremas, natas y demás postres. Hay un solo cuadro en blanco y negro es una foto de un matrimonio.
Bianca mira el cuadro y respira profundo.
Bianca: Mamá, papá... cuanto los extraño en días como estos.
Continuará
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